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Wagner Rivera, exjugador de Barcelona, revela que la artrosis le hace tener pesadillas

El exjugador ecuatoriano contó que aún lamenta no haber podido seguir jugando a buen nivel, pues la artrosis de rodilla le detectaron a sus 26 años, lo disminuyó físicamente.

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Wagner Rivera aún conserva la camiseta de Barcelona, de la temporada 1997.Gerardo Menoscal

Wagner rivera tiene una facilidad de palabra única. Puede pasar horas hablando sobre muchos temas, pero en especial sobre las anécdotas que vivió cuando jugaba fútbol.

Eso de poder sentarse y entablar con facilidad una conversación dice que lo heredó de su madre. A son de broma, cuenta que cuando cometía alguna travesura prefería que su mamá le pegara, antes que ser repelado por ella, pues cuando eso pasaba “mínimo eran tres horas hablándome”.

El exlateral derecho, quien jugó para Santos del Guabo, Espoli, Flamengo, Barcelona y Santa Rita, hizo un repaso con EXTRA sobre su carrera futbolística, la cual se vio truncada a sus 26 años por una artrosis de rodilla.

Aquella enfermedad degenerativa aún lo sigue atormentando, pues revela que tiene constantes pesadillas en las que se ve fracasando en Barcelona y la selección.

Además, repasó por qué le dicen la Bala, la fiesta que se perdió en Brasil por culpa de Bebeto y por qué fue aprehendido en dos ocasiones.

¿A qué edad se inició en el fútbol?

Empecé jugando a los 15 años en Estudiantes Octubrinos. Luego de eso, a los 17, el Santos de El Guabo (provincia de El Oro) me compró. Con este equipo jugué Segunda Categoría, fui campeón de la Serie B y debuté en 1993 en la Serie A.

¿Siempre jugó como lateral?

En Estudiantes Octubrinos fui puntero derecho, pero cuando fui al Santos, por mi rapidez y habilidad, me ubicaron de lateral.

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El exjugador ecuatoriano fue considerado como uno de los mejores laterales del país.Gerardo Menoscal

¿Por su rapidez le pusieron de apodo la Bala?

Para nada, esa ‘chapa’ me la pusieron porque tengo una bala en mi cuerpo (risas).

¿Y por qué?

Cuando estaba en el Santos un día fui a visitar a una novia que tenía en Machala. Para ir tomé un taxi y el conductor me quiso cobrar de más, le reclamé, empezamos a discutir y me disparó en el pecho. La bala me pasó a un centímetro del corazón. Así que estoy vivo de milagro.

¿Tuvo alguna repercusión grave?

Afortunadamente no pasó a mayores, lo único fue que me prohibieron jugar durante seis meses, pero a los tres meses volví a entrenar, porque ya no aguantaba más estar fuera de las canchas, pues un año antes no pude jugar el torneo de Segunda Categoría, ya que estaba suspendido por haberle pegado a un árbitro.

¿Cómo llegó a la serie A?

Por recomendación de un amigo me fui a probar a Espoli. En ese tiempo el técnico era Carlos Sevilla y el día que llegué a la prueba había dos grupos: uno de los contratados y el de los que buscaban un espacio. Yo me puse en el de los que se iban a probar, pero Sevilla me reconoció por lo que hice en Santos y me envió al grupo de los contratados.

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Wagner Rivera (abajo: segundo desde la derecha), durante su paso por el Flamengo de Brasil.Archivo

¿Sin firmar contrato?

Sí (risas). En ese grupo estaban jugadores como Manuel Uquillas, Alfonso Obregón, Ángel Buenaño, entre otros. Ese día hicimos fútbol y a los pocos minutos escucho que Sevilla llama de inmediato al presidente del club, para decirle: “Vea, acá hay un enano hijue... Cómprelo rápido porque van a hacer plata” (risas).

Y no se equivocó Sevilla...

Claro que no, porque luego de tres años (1996) llegó un pedido de préstamo por seis meses del Flamengo de Brasil, tras una buena Copa Libertadores que hice. Ese movimiento le dejó un ingreso a Espoli de 80 mil dólares, de los cuales me correspondía el 10 por ciento (8 mil dólares), pero solo me dieron como cincuenta dólares nomás.

¿Por qué le dieron tan poco?

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Wagner Rivera llegó a Barcelona en 1997 y se mantuvo hasta 1999.Archivo

Lo único que el presidente me indicó es que allá iba a ganar más y que esa plata (del préstamo) se la deje para beneficio del club.

¿Cuánto ganó en Flamengo?

16 mil dólares mensuales.

¿Por qué no se extendió el contrato?

Porque fui lesionado. Yo tenía artrosis en la rodilla derecha, pero no sabía. Cuando fui fichado nunca me hicieron una resonancia magnética. Si lo hubieran hecho, no habría llegado a Brasil.

¿Pero se dieron cuenta de aquella enfermedad degenerativa?

No, lo único es que después de cada partido me quedaba cojo, porque la rodilla me quedaba demasiada inflamada. Por eso desistieron de comprar mi pase.

¿Y cómo hacía para jugar?

Todos los días tomaba analgésicos, porque pensaba que era solo una lesión de meniscos o ligamentos, eso me permitía jugar y soportar el dolor. Si no hubiera tenido artrosis, habría llegado a Europa.

¿Tuvo ofertas para irse?

Dos. A mí el profesor Francisco Maturana (exentrenador de la selección de Ecuador) me llamó para decirme que el Sevilla y Valladolid de España me querían, pero la artrosis me lo impidió.

¿Qué es lo que más recuerda de su paso por Flamengo?

Son muchos los recuerdos en el plano deportivo, como cuando debuté en un partido ante La Portuguesa, jugué en un estadio Maracaná completamente lleno, pero siempre cuento una anécdota buenísima que me pasó con Bebeto, por culpa de él me perdí una megafarra (risas).

¿Qué sucedió?

Luego de eliminar a Independiente de Avellaneda, en Río de Janeiro, en un partido de la Supercopa Sudamericana (extorneo Conmebol), salí sorteado para el doping junto a Bebeto (también jugador del Fla). Tras varias horas fuimos al hotel y a él lo estaban esperando unos guardaespaldas gigantes, para llevarlo a una reunión. Bebeto me invitó y acepté de una. Allá estuvimos algunas horas y cuando regresamos al hotel vi que casi todos los del equipo estaban con una chica cada uno. Pregunté qué pasaba y me cuentan que en el hotel habían armado una fiestota para todo el equipo. Mis compañeros se me reían, porque me había ido con Bebeto, que era un pan de dulce.

Tuvo ofertas para irse?

Luego de jugar en Flamengo, a fines de 1996 regresé al país para operarme con el doctor Ramón Barredo. Después de la operación, él me dijo que lo mío no era ninguna lesión, sino que era artrosis. Ahí sentí que se me acabó la carrera.

Pese a eso llegó a Barcelona...

Sí, a mí me compró Abdalá Bucaram en 1997, pero tampoco me hicieron resonancia magnética, por lo que pasé los chequeos médicos. En Barcelona estuve dos años y fue una de las mejores etapas de mi vida.

¿Siente que pudo haber dado más?

Claro, porque en Barcelona rendí apenas entre el 40 y 50 por ciento de mi capacidad. Eso me dejó una frustración que hasta ahora me pasa factura, pues muchas veces sueño que llego a Barcelona y me cierran las puertas. También sueño con que no llego a la selección. Me han recomendado que me haga tratar con algún psicólogo.

Luego del fútbol tuvo problemas con la justicia.

Por ser amiguero me inculparon de narcotráfico (2008). Fui absuelto del caso, nunca me encontraron nada, pero estuve casi un año en la cárcel. La segunda vez fue porque un amigo me dijo que el carro de una comadre se había perdido y que como yo conocía a muchas personas tal vez podía ayudar. Y como Riverita nunca dice que no, hice unas llamadas y por ahí salió que estaba el carro. No había sido de la comadre de él, sino de otra persona. Luego de eso, la policía me cayó y me agarraron, pensaban que era jefe de banda (risas). Fui a la ‘Peni’, me investigaron y salí absuelto luego de nueve meses.