El cielo es opaco y el silencio es una carga pesada. Afuera del Hospital Docente Ambato, familiares y amigos esperan con la mirada fija en las puertas. Es una vigilia de angustia; el dolor que se respira es más intenso que el frío.

En el interior de la casa de salud se confirma la magnitud de la tragedia que golpeó a las provincias de Bolívar y Tungurahua: 22 muertos tras el violento accidente del bus Ambateñita, número 30. Trece de las víctimas fallecieron en el sitio del siniestro, mientras que nueve murieron horas después en el hospital.

Ahí fueron trasladadas 45 personas, de las cuales solo a ocho les han dado el alta. Cada minuto que pasa pesa en el alma de los que esperan, muchos de ellos llegados desde lejos, con la esperanza de ver la evolución de sus seres queridos. A nueve les comunicaron que no lo lograron.

Segundo Inchaliquí intenta mantenerse firme. Ha viajado casi dos horas desde Ambato hasta el lugar del siniestro y ahora hasta el hospital, recorriendo el mismo trayecto que su familia hizo sin retorno.

"Mi hija Rosario está herida... y mi sobrina no sobrevivió", dice con la mirada en el suelo. Él asegura que el bus viajaba repleto, con más de 60 personas, y que, según comentaron los mismos familiares, el conductor manejaba a exceso de velocidad.

El momento del horror

El ECU 911 recibió la alerta a las 12:07 de este 16 de noviembre. Un bus se había precipitado aproximadamente 150 metros a un abismo en el sector La Serrana, en la vía Simiatug–Ambato.

Tras varios minutos, bomberos, policías, ambulancias, rescatistas y unidades especializadas fueron enviados al sitio. Lo que encontraron fue una escena devastadora: tierra removida por el impacto, cuerpos atrapados entre los hierros retorcidos, y gritos desesperados pidiendo ayuda.

Los ocupantes, que habitan en Ambato pero son oriundos de estas zonas de Guaranda, habían salido a las 08:00 desde Ambato, con destino a Simiatug y a otros sectores aledaños para ejercer su voto en el Referéndum y la Consulta Popular. Un viaje cotidiano, motivado por el deber cívico, que terminó convertido en una tragedia que marcará a toda la comunidad.

Entre los que esperan afuera del hospital está María Elena Soria. Tiene los ojos hinchados. Su hija sobrevivió, pero con heridas de gravedad. "Salió temprano para votar... y pasó esto", murmura, incapaz de procesar el horror. Mientras aguardaba noticias, recibió otro golpe: Juana, hija de su primo, murió en el hospital a las 19:30.

Una comunidad exige respuestas

El dolor ha paralizado a Simiatug. Jorge Martínez, un vecino de la zona, repetía que nunca habían vivido un sufrimiento tan profundo. Él salía de las votaciones cuando oyó que un bus había caído. Se acercó al sitio y presenció el caos. También acudió al hospital, pues entre la larga lista de convalecientes tiene amigos.

Ambulancias, policías y militares trabajaron durante horas, enfrentando el frío inclemente del páramo. Mientras tanto, la comunidad exige respuestas. Para muchos, los testimonios apuntan a que el exceso de pasajeros y la velocidad imprudente fueron una combinación mortal, pero se investiga para conocer las verdaderas razones del siniestro vial.

El coronel Jimmy Viteri, jefe de la Subzona de Policía en Tungurahua, confirmó que los cuerpos de las víctimas mortales fueron trasladados al Centro Forense de Ambato para los trámites de ley.

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