Ozzy Osbourne, el eterno 'Príncipe de las Tinieblas', cerró su vida como siempre lo soñó: sobre un escenario, bajo los reflectores, y rodeado del rugido inconfundible de sus fans. El pasado 5 de julio, en su ciudad natal, Birmingham (Inglaterra), el ícono del rock y fundador de Black Sabbath ofreció lo que sería su última aparición pública, cumpliendo así el deseo que expresó con profunda sinceridad en una entrevista de 2023: despedirse de su público como agradecimiento por la vida que tuvo.

“Si al final caigo muerto, moriré feliz”, confesó entonces a la revista Rolling Stone, cuando sus problemas de salud ya eran públicos. Ozzy sufría un deterioro progresivo tras un accidente que afectó gravemente su columna, además de haber sido diagnosticado con Parkinson en 2020. Y aunque las cirugías y las dolencias lo alejaron de los escenarios, su espíritu inquebrantable lo llevó de nuevo al centro de atención.

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En su última actuación, Ozzy apareció imponente en un trono con forma de murciélago —símbolo eterno de su extravagante carrera— y entonó con fuerza sus “últimos gruñidos” junto a sus compañeros de Black Sabbath. La banda interpretó Paranoid, el himno con el que marcaron la historia del heavy metal, y así, ante miles de seguidores, Ozzy se despidió como siempre quiso: con música, pasión y gratitud.

¿Qué le ha pasado a Ozzy Osbourne?

Hoy, 22 de julio, el mundo del rock llora su partida. A los 76 años, Ozzy Osbourne falleció acompañado de su familia. “Con una tristeza indescriptible, informamos del fallecimiento de nuestro querido Ozzy Osbourne esta mañana. Estaba con su familia, rodeado de mucho cariño”, anunció su entorno más cercano a través de un comunicado, pidiendo respeto y privacidad en este momento de duelo.

Nacido en 1948 en Warwickshire, Ozzy vivió una existencia al límite. Su autobiografía Soy Ozzy detalla episodios en los que desafió la muerte una y otra vez. “Los médicos no entendían cómo seguía vivo”, recordaba entre risas. Pero más allá de los excesos y las polémicas, su legado musical y emocional quedó grabado en millones de almas.

Hoy, Ozzy no solo deja un vacío en la música, sino un mensaje poderoso: vivir con intensidad, agradecer cada momento y, si se puede, despedirse haciendo lo que uno ama. Y él lo logró. Como prometió: murió feliz.

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