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Guayaquil

Mamita Adela conquista con torrejas de choclo y tortillas en el sur de Guayaquil
Las preparaciones de Adela son famosas en la 29 y García Goyena. Maduros, torrejas y papas son buscados por clientes de otras zonas
Si usted anda al apuro, la comida también se puede acoplar a su velocidad. Las torrejas de choclo de la ‘mamita Adela’, en la 29 y García Goyena, van al ‘vuelo’ y bien despachadas desde la paila hasta su mano.
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La mujer, de 58 años, quien atiende desde las 15:00 hasta las 19:00 todos los días, ubica una mesa de plástico junto con una cocina industrial y una paila para freír las preparaciones en la vereda de la concurrida intersección.
Vehículos de todo tipo, transeúntes y peatones se sorprenden al oler las torrejas de choclo, maduros lampreados, papas rellenas y corviches de pescado con camarón en su camino. Sin embargo, no todo es lo que se ve o huele, sino que el sabor también convence a sus clientes.
Adela, quien recomienda que la llamen ‘mamita Adela’ si quieren hacer un video en redes sobre su negocio, admite que el negocio no es de su propiedad, sino de su hermana. “Es la misma sazón, no se preocupe”, dice a uno de los clientes que se acerca.
Con cariño y predisposición atiende a sus compradores, que llegan, sobre todo, a preguntar por los maduros lampreados con queso rayado y mayonesa. “A todos les provoca un madurito de vez en cuando y aquí estamos nosotros para quitar esas ganas”, menciona entre risas.

La comerciante, por otro lado, cuenta que sus productos estrella son las tortillas de maíz hechas a leña, mismas que vende en General Gómez y Chimborazo, en un local cercano al parque España. Sin embargo, asegura que ya no suele abrir el negocio de manera seguida por la inseguridad.
“Ahí en mi puesto han robado a los clientes varias veces y me da miedo. Aquí trabajo porque se que de alguna manera hay que hacer ‘platita’”, responde.
El origen de las tortillas
La mamita Adela refiere que es originaria del cantón Alfredo Baquerizo Moreno, mejor conocido como Jujan, y fue de sus familiares, entre ellos su padre, de quien aprendió a hacer los bocadillos.
“Toda la familia se dedica a esto (comercio) pero cada quien ha ganado su clientela y tiene su espacio”, dice. La mujer, con entusiasmo y sazón, se gana a los comensales que la llegan a buscar incluso desde otros sectores de la ciudad.
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