La actriz para adultos y creadora de contenido en OnlyFans, Kesha Ortega, ofreció una entrevista sin filtros en el pódcast del canal de YouTube del Profesor Briceño. Durante la charla, la artista venezolana se refirió tanto a su vida personal como a los detalles poco conocidos de la industria pornográfica, revelando aspectos que van desde cómo enfrenta el estigma social hasta los estrictos controles médicos que rigen su profesión.

Kesha comenzó hablando sobre las situaciones sociales que enfrenta cuando alguien no la reconoce o finge no saber a qué se dedica. “La gente se hace y te pregunta, entonces les digo que tengo una empresa, comenzamos a conversar y ya luego se van dando cuenta. Pero de entrada no lo digo”, confesó entre risas. Esta estrategia le permite mantener cierta privacidad sin tener que justificar de inmediato su trabajo ante desconocidos.

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Uno de los temas más llamativos de la conversación fue el económico. Ortega reveló que, aunque participa en producciones profesionales, su mayor ingreso proviene de los videos personalizados. “Me piden que me escriba su nombre en el cuerpo, que les baile… pero lo más raro que me han pedido tiene que incluir a otros actores”, detalló. Esta faceta del negocio, explicó, responde a los gustos particulares de cada cliente, y según su experiencia, las solicitudes más extravagantes suelen venir de Europa. “Allá piden cosas rarísimas”, aseguró, mientras que en Estados Unidos se inclinan más por contenidos con actuaciones o ambientaciones en situaciones cotidianas.

Los actores para adultos deben someterse a exámenes semanales 

Respecto al entorno laboral, Ortega fue clara al afirmar que las productoras estadounidenses son las que mejor pagan, aunque también exigen más formalidad y cumplimiento de protocolos. Uno de ellos —y quizá el que más sorprendió durante la entrevista— es el sistema de exámenes médicos al que deben someterse los actores y actrices. “Nos hacemos muchísimos exámenes, la verdad. De sífilis, gonorrea, clamidia… todo, semanal”, explicó. Estos controles son asumidos por los mismos intérpretes, quienes cuentan con convenios con laboratorios para reducir costos, como parte de un acuerdo dentro del gremio.

Sin embargo, el nivel de responsabilidad va más allá. Ortega relató qué sucede cuando alguien da positivo en alguna infección de transmisión sexual: “Se para la industria un mes, hasta esperar para ver de dónde sale eso”. Recordó un caso que marcó a toda la comunidad: “Hubo un chico una vez que le dio sífilis, fue una cosa horrible, a nadie le da eso. Tuvieron que venir a ver e investigar de dónde salió, si había grabado, entonces se paró un mes y nosotros queee… una persona cuenta como por diez que hay detrás”.

Este nivel de rigor demuestra que, lejos del imaginario colectivo que muchas veces trivializa o estigmatiza el trabajo sexual, la industria del entretenimiento para adultos opera con protocolos similares —e incluso más estrictos— que otras profesiones relacionadas con el contacto físico.

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