Tras la explosión viral del supuesto caso de la mujer del país inexistente “Torenza” en el aeropuerto JFK de Nueva York, la atención se ha desplazado del misterio al método: ¿cómo se puede reconocer que un video que parece real es, en realidad, una creación digital?

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El ingeniero informático Carlos W. Murgueitio Roa explica a EXTRA que, aunque los clips generados por inteligencia artificial pueden engañar a simple vista, siempre dejan pistas que delatan su origen. “Hay signos visibles que no coinciden con la realidad humana”, señala. 

En el video que simulaba a Nayib Bukele comentando el incidente, Murgueitio detectó inconsistencias entre la voz y la expresión facial: “Cuando uno observa un discurso, se fija en la expresión completa de la persona. En este caso, había desincronización evidente”.

Otro detalle que llamó la atención del experto fue el pasaporte mostrado en el video. Las letras eran ininteligibles y no deberían notarse caracteres raros en un documento real. Además, apunta Murgueitio, si se tratara de un verdadero viajero del tiempo, es improbable que todavía use pasaportes físicos, considerando que Europa ya debate la digitalización completa de estos documentos.

Deepfakes: cada vez más reales, pero detectables

En cuanto al alcance de las falsificaciones digitales, Murgueitio recuerda que los deepfakes ya están aquí y alcanzan un nivel de realismo sorprendente. “Herramientas como Sora y Veo 3 permiten generar videos con IA de alta calidad. Pero la clave está en observar con atención. No es imposible distinguirlos; requiere familiarizarse con los patrones humanos”.

La clonación de voces es otra área en expansión. En el caso del video de Bukele, la voz parecía idéntica, pero pequeñas diferencias traicionaban su naturaleza artificial. “Hay detalles que no escapan al oído humano, como pausas, inflexiones y la pronunciación de las vocales. Bukele, por ejemplo, tiene pausas naturales que no se respetaron en el clip”.

Prevención: la mejor herramienta es la observación

Para el ingeniero, la defensa frente a la desinformación no depende solo de la tecnología, sino de la atención y la calma del público. “No se trata solo de ser escéptico; hay que tomarse el tiempo de analizar la información antes de difundirla. Desde estafas telefónicas hasta noticias falsas sobre beneficios sociales, la desinformación lleva años circulando. La aparición de la IA solo ha ampliado el escenario, pero la capacidad de observación del ser humano sigue siendo la mejor barrera”.

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