¡Ni en las aulas hay seguridad!

No saben si van a clases o a que les roben. En los últimos días, estudiantes de dos colegios de Quito han sido víctimas de la inseguridad. En un caso, un tipo engañó a las autoridades de un plantel, que pecaron de inocentes, ingenuas y de poco diligentes en la verificación de datos del hombre, que se hizo pasar como alumno universitario y se llevó los celulares de los menores. En el otro, en cambio, los robos campean entre los mismos chicos. Lo más preocupante es que todo ha ocurrido dentro de las instalaciones académicas.

Nos hemos acostumbrado a endilgar los problemas de inseguridad a la Policía, pero ante estos hechos ¿cuál es la responsabilidad de las autoridades educativas y de los propios padres de familia? ¿Qué han hecho para impedir que el crimen se permee hasta en las propias aulas?

Los padres, como representantes de los estudiantes, podrían organizarse en brigadas para velar por el bienestar de sus hijos. Sin embargo, eso debería ir de la mano de las responsabilidades y acciones que debería cargar la institución académica.

Con los niveles de violencia que vivimos actualmente, los profesores y todo el conglomerado que los rodea no solo están en la obligación de dar una educación de calidad, sino de garantizar la integridad dentro de los recintos a quienes acuden a diario.