Opinión
Cartas al director: Historia de un joven guayaco
Un joven vive en Monte Sinaí y se gradúa de bachiller. Quiere ser ingeniero civil. Tiene que dar el examen del Senescyt. Con el esfuerzo de sus padres paga un curso, rinde el examen. No le alcanza el puntaje.
Un joven vive en Monte Sinaí y se gradúa de bachiller. Quiere ser ingeniero civil. Tiene que dar el examen del Senescyt. Con el esfuerzo de sus padres paga un curso, rinde el examen. No le alcanza el puntaje. Luego intenta de nuevo. Ahora sí consigue un cupo, pero le toca estudiar arquitectura. Y lo mandan a Quito.
El joven se desmotiva. Finalmente se rinde: va a estudiar no más Arquitectura. No quiere irse a Quito, así que entra a una universidad privada... Ahí verá de dónde saca la plata. En medio camino, la cosa se complica. El billete no alcanza. El joven busca trabajo. Mete carpeta en varias empresas. Le piden experiencia. “No nos llames, nosotros te llamamos”. No hay chance...
Finalmente consigue un cachuelo a medio tiempo en el taller de su tío. Le pagan poco. No le alcanza para sus gastos más la pensión, la movilización y los libros que demanda la universidad. Su papá se quedó sin trabajo, con su mamá pusieron un negocio. Hoy venden a medias: la gente está chira y no compra. La cosa se pone fregada.
El joven toma una decisión difícil: deja la universidad. “Es por un tiempo.” Ahora sí trabaja todo el día en el taller. ¡Gana más! Pasa año y medio. La cosa se pone dura para su tío y no puede mantenerle el sueldo. El joven se queda en la calle...
Esta es la historia de cientos de miles de jóvenes en Ecuador. Y el comienzo de una vida en el trabajo informal y precario. Son historias que debemos cambiar. Y podemos hacerlo, con un nuevo modelo de crédito sin intereses para estudiar lo que uno quiera en libertad, con nuevos empleos y emprendimientos en una economía que crezca. La decisión del cambio está en nuestras manos.
Ab. Héctor Yépez Martínez