Costumbres julianas por rescatar

Estamos inmersos en el llamado “mes del guayaquileñismo”, aunque mejor se debería denominar así a Octubre en que se conmemora la independencia de la ciudad, que fue el inicio de la campaña independentista del país que culminó dos años después en el Pichincha. Y al recordar la fundación española del puerto principal podemos evocar con cierta nostalgia costumbres que eran muy arraigadas en nuestro colectivo y que, al parecer, han ido desapareciendo poco a poco, aunque todavía queden pocos rezagos de las tradiciones del pasado.

De esta manera podemos desandar el paso del tiempo para recordar que las fechas fundacionales servían para que el espíritu de lo popular se manifestara a través de fiestas barriales en las cuales se llevaban a cabo certámenes muy singulares y tan propios de la urbe portuaria como eran, por ejemplo, el palo ensebado, las carreras de ensacados, el concurso de amorfinos, los ciclistas que buscaban enlazar cintas obsequiadas por muy hermosas madrinas, etc. y etc. A lo cual habría que agregar los bailes callejeros en la zona del Malecón o en el mismo bulevar 9 de Octubre, con la participación de personas de todas las clases sociales unidas por el vínculo de la guayaquileñidad.