Opinión
Ajustemos cuentas
El crimen de dos mujeres dentro de una urbanización privada revela el estado de indefensión en el que nos encontramos frente a la delincuencia. Una banda de al menos seis sujetos ingresó sin problemas a la casa con la complicidad de una de las allegadas. Allí eliminaron a madre e hija para conseguir una herencia familiar. Las contradicciones de la implicada permitieron conocer que este no fue un delito común, sino que había sido planificado por ella y su conviviente para llevarse algunos miles de dólares, configurando así algo parecido a una macabra novela policial con un desenlace fatal. Sin embargo, la inseguridad en la que vivimos no es un asunto aislado o meramente doméstico, sino que se siente y ataca en todos los barrios de cualquier ciudad ecuatoriana. Parecería que nos estuviéramos acostumbrando a que ocurran hechos violentos ajenos a nuestro entorno, cuando nos enteramos de que tal persona fue asesinada por “ajuste de cuentas”, respuesta que parece más una justificación que un motivo. Pese a las circunstancias, no podemos deshumanizarnos ante un fenómeno que azota a pobres y a ricos por igual y que tiene muchas aristas psicosociales profundas. El hecho de que eliminen gente casi a diario no significa que debamos asimilarlo con normalidad. Es nuestro deber pedir cuentas por cada crimen perpetrado, porque no debemos permitir que el monstruo gane la partida. Indignémonos y ajustemos cuentas, pero con quienes tienen la responsabilidad de garantizarnos paz y seguridad en cada rincón del país.