Opinión
Editorial: Lucha anticorrupción
Es curioso cómo a medida que avanza la campaña electoral y saltan más hechos de corrupción, los candidatos se esfuercen como adalides de la lucha contra ese mal tan extendido.
Lo fundamental es que se dicten sanciones severas por los hechos corruptos; porque mucho se habla de la anticorrupción y cada vez con mayor gravedad se descubren manejos deshonestos de una importancia enorme frente a los cuales se descalifica a los secundones y se evita enfrentar a ciertos capos, o porque podrían existir vínculos con ellos o porque se temen represalias, porque la gran corrupción está en las altas esferas. Por eso se dice que si un pobre roba una gallina le cae el rigor de la ley; pero si se llevan millones, pocas veces los sancionan y, por el contrario, sus autores suelen ser “políticos distinguidos”, aspirantes a altos cargos que exhiben el fruto de su deshonestidad con desvergüenza incalificable, cuando una ley auténticamente reivindicadora de la moral pública debe establecer, como primera sanción, la confiscación de los bienes del autor del robo de recursos del Estado.