La ductilidad del agua

He concluido que sin agua, sin fe, sin esperanza y principalmente sin amor no tendría sentido la vida.

El agua está en todo: en la vida. El 70 % de nuestro organismo está constituido por agua. Cuando nos morimos, lo primero en desaparecer es el agua que escapa por nuestro cuerpo para volver a su lugar de origen, la tierra. La Pacha Mama es absorbida por el sol, asciende al cielo y comienza su peregrinaje por las nubes, de donde en vuelo frágil se deposita en dulce canto en los techos y en los nevados para constituir hielo que después, ante la presencia reverente del calor del sol, se derrite hasta convertirse en río que viaja rumbo a su morada común, el mar, no sin antes germinar la semilla y llenar de color los campos produciendo frutos y alimentos para saciar el hambre del ser viviente.

Ya en el mar comienza su bambolear al vaivén de las olas tan altas como los sueños de los surfistas que sueñan con ellos. Mientras más grandes y altas, mejor. Y en las playas se deleita acariciando la piel tersa y frágil de los niños y también de las mujeres, bellas.

El agua es tan inmortal como el alma, tan fuerte como un tsunami, tan feroz como el huracán o la tormenta. Agua, qué seriamos sin ti. Nuestro planeta debería llamarse con tu nombre. Hermano, actúa como ella sin hacerte notar, prueba estar unas cuantas horas en silencio y serás infinito e inmortal.