Vivimos tan a prisa que apenas nos queda tiempo para meditar sobre las lecciones que a diario nos deja la convulsionada actualidad en el país.
En este feriado de Semana Santa, muchos prefirieron quedarse en casa y no exponerse a la inseguridad que gobierna cada rincón de las cuatro regiones.
La muerte de Jesús es una época apropiada para que nos examinemos a nivel personal y como familia. Pero también para volver a las raíces, extender diálogos entre padres e hijos y conectar con lo más valioso que tenemos: la vida.
No seamos indiferentes ante el clamor de seguridad. Recarguémonos de solidaridad, de aquellos valores como la honestidad, empatía y responsabilidad. Luchemos para dejarle a las nuevas generaciones un país sano.