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Opinión

Editorial: Crisis latente

Quedan pocas semanas para cumplir un año de la emergencia sanitaria impuesta por los gobiernos seccionales y nacional debido a la llegada del coronavirus al país. En ese entonces se pensó que con las fuertes medidas restrictivas tomadas desde un inicio se iba a poder frenar los estragos de un contagio en masa. Pero lo cierto es que ni el toque de queda, ni el aislamiento domiciliario, ni la movilidad restringida pudieron protegernos del COVID-19.

Estaba claro que tantas prohibiciones iban a causar una hecatombe generalizada y que la economía nacional se iba a ver severamente afectada. Las consecuencias de tan mortal virus están a la vista de todos: más de quince mil fallecidos, una tasa de desempleo incontrolable y una crisis hospitalaria que trajo consigo actos imperdonables de corrupción.

Guayaquil, como puerto principal del Ecuador y con una economía dependiente del comercio, lucha por mantenerse en flote. Pequeños comerciantes tuvieron que cerrar sus negocios que no pudieron aguantar la carencia generalizada. Restaurantes icónicos de la urbe también se vieron en la obligación de cerrar sus puertas y así dejar a varias familias sin el sustento diario.

Lo cierto es que no existe restricción que acabe con tanto contagio y mortandad. Tampoco hay una solución inmediata para inmunizar a la mayoría de ecuatorianos y así tratar de volver a la normalidad. Las vacunas hasta hoy han llegado para unos cuantos y la crisis económica pinta para largo...