Las felicitaciones llueven para Independiente del Valle, campeón, otra vez como en 2019, de la Copa Sudamericana de Fútbol. Otra vez, sí, para el aplauso de todo un país y la envidia de muchos. Ojalá sea ‘sana envidia’, como se suele decir, aunque bien sabemos que casi siempre esta contiene una carga emotiva muy poco sana.

Pero dejemos que eso de la envidia corroa a su manera a quienes no han entendido que este es el triunfo de todo un pueblo. De todo un país. De su fútbol. Del deporte en general.

Aunque el club fue creado hace 64 años, transitó como muchos por categorías inferiores y no es sino hasta la llegada de su actual dirigencia, liderada por Michell Deller, en 2007, que comenzaría su verdadera transformación en una institución que hoy da ejemplo de manejo económico y organización deportiva y empresarial a toda Sudamérica y el mundo.

En pocos años el Independiente del Valle ha pasado de ser un equipo de aquellos que hacen la ‘bolita’ para completar la Serie A, a ser un protagonista, a pelearse codo a codo con los llamados ‘grandes’ del balompié nacional.

Y hoy, a nivel internacional, este club también es mirado con respeto, con temor y admiración. Ya no es más un ‘mata gigantes’, como se lo venía llamando, porque este club en sí mismo es ya todo un gigante... El Gigante del Valle.