La masacre del cabaré del norte de Quito, que dejó cuatro muertos y seis heridos, no debe quedar impune. Aquel ataque, perpetrado por sujetos armados con fusiles, sobrepasó cualquier otro porque los objetivos eran personas que, al parecer, estuvieron en el sitio y momento equivocados.

Una vendedora de pinchos, un taxista y dos clientes fueron las víctimas de los criminales que entraron a matar a quien se les cruzara. Como lo lee: ¡a quienes estaban al frente de ellos!

Mataron, grabaron y hasta explotaron una bomba. Sí. Fue un caso brutal en la Carita de Dios y, hasta ahora, se lo ha tratado como un crimen de menor valía.

¡No, señores! Es la muestra de que cualquier ecuatoriano, en cualquier momento, será asesinado por estos psicópatas.