Editorial: No maquillar la realidad
Las redes sociales han democratizado la opinión, algunas con y otras sin mayor criterio. También han ampliado a la máxima potencia la difusión de información que se riega como caudal sin presa. Es común ahora observar cómo las noticias llegan con suma rapidez. Los videos de robos o hechos violentos se viralizan. También las quejas ciudadanas toman mayor relevancia. Y ni se diga de las conversaciones que pasan a dominio público y se transforman en la comidilla de estas comunidades virtuales.
Las redes sociales son parte de nuestras vidas. Y esta rapidez, que puede abrumar a muchos, obliga a adaptarse no solo a los medios de comunicación en su labor cotidiana de informar, sino a funcionarios, políticos, personalidades públicas, en un ambiente con una comunidad hambrienta de información, sin importar si esta es certera o no, y que puede expresar fácilmente su amor u odio sin mayor filtro.
La reflexión es necesaria. Todo el mundo está expuesto y deben cambiar las conductas, sin que esto signifique maquillar sus comportamientos y posiciones sobre determinados temas. También hay que reducir las pasiones, que se desbordan cuando se quiere escribir lo primero que se viene a la cabeza, sin analizar si esto puede llegar a afectar negativamente a alguien.