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Opinión

Un panorama oscuro

Ecuador no puede más. Está asfixiado entre el terrorismo, la corrupción y la crisis de un Gobierno débil. No hay un día de paz para los ecuatorianos que viven ‘enfermos’ por el miedo a las muertes violentas, a la inseguridad que reina en las calles, pero también por la ingobernabilidad y los chantajes de ciertos políticos.

El país atraviesa por una suerte de efecto dominó, un desmoronamiento de la institucionalidad que arrastra a los ciudadanos hacia al caos. Y no solo hay responsabilidad del actual Gobierno por la inestabilidad que se vive, también de un grupo de actores que buscan de forma desesperada aprovecharse del desconcierto.

El presidente debe dar la cara y asumir sus desaciertos, pero dentro del marco legal, sin llegar al punto de incendiar el país para volcar la atención en los sectores que más lo necesitan. Pero también el ‘jalón de orejas’ es para la oposición en la Asamblea Nacional, que se ha preocupado más en plantarle la ‘guerra’ incansable al primer mandatario, cuando el pueblo sigue esperando que el Ejecutivo y el Legislativo se unan para devolverle la seguridad al país.

¿Qué le queda a Ecuador, destruirse para reinventarse? Este es uno de los peores escenarios de los últimos 20 años. El panorama es oscuro.