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Opinión

Columnas: Un oficio de valientes

El periodismo en el Ecuador sigue siendo una labor para valientes. Cada día tenemos que sortear absurdos obstáculos por el bloqueo de la comunicación en las fuentes oficiales, que en lugar de acatar la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, se aferran a un silencio injustificado que no le hace ningún favor a la democracia. El hecho de que la Supercom esté a punto de desaparecer o que la Ley de Comunicación haya sido reformada no significó el fin del clima hostil hacia los reporteros, que no se cansan de recibir en las redacciones cartas aclaratorias o pedidos de rectificación cuando quienes callaron por decisión propia se sienten evidenciados ante la opinión pública.

Si no hay nada que esconder, ¿por qué insisten en atrincherarse en sus oficinas, como si esa fuera una manera lógica de desactivar la noticia? Tampoco han cesado las amenazas y advertencias legales contra quienes investigan actos de corrupción, lo que pone en duda aquello de que las cosas han cambiado en el país. Desactivar las bombas de profundidad que dejó el anterior régimen para destruir las libertades tomará tiempo. Es difícil que el poder entienda que el periodismo no está, ni debe estar, a su servicio o ligado a sus intereses políticos, sino a los ciudadanos. La firma de actas o acuerdos internacionales no es garantía de tolerancia.

Mientras sigan acosando a quienes viven del oficio, el fantasma de la censura seguirá rondando los medios de comunicación. La batalla es dura, pero seguiremos dando pelea.