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Opinión

La sangre y el dolor ganan terreno

La violencia ha derribado los muros de contención que habían levantado (en el imaginario de la sociedad) las urbes aparentemente más seguras del país. ¡Qué impotencia! En una semana, Ibarra, la Ciudad Blanca, fue salpicada de sangre y dolor tras el crimen de un hombre cuyo nieto se arrodilló frente al cadáver. Esa imagen partió en mil de pedazos el corazón de los ecuatorianos. Poco después, el sicariato de una niña de siete meses ordenado supuestamente por su padre. ¿Qué nos está pasando? Hemos caído en lo más bajo de una cadena de inseguridad, indolencia e injusticia. “¡Hagan algo!”. Es el grito ahogado y cansado de la ciudadanía. Pero parece que nadie escucha. La sangre y el miedo continúan ganando terreno.

¿Qué opina sobre el incremento de violencia?

“No podemos salir ni a la esquina porque no se sabe si un psicópata quiere robar o matarnos. Que los días mejoren es la aspiración de todos”, Ana Tiscama, ciudadana.

“La inseguridad está cada vez más alarmante. En el caso de la niña asesinada fue un hecho que conmocionó a todos. Debe haber justicia por ella”, Darwin Asimbaya, comunicador.