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Mompiche se encuentra en el cantón Muisne, entre manglares y mar.Luis Cheme / EXTRA

Mompiche, Esmeraldas: Playa, surf, arte y sabores en la Costa

Descubra un encantador refugio de naturaleza y cultura en la zona costera para vivir una experiencia única e inolvidable

Hay lugares que no se descubren, se sienten y Mompiche, en Esmeraldas, es uno de ellos. Basta con bajar del bus para que una brisa cálida y salada te dé la bienvenida, mientras una calle sin asfaltar te guía directo a otro ritmo de vida. Aquí no hay semáforos ni prisas, solo palmeras que se mecen con el viento, niños que juegan y mochileros que descansan en hamacas.

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Este balneario del sur de Esmeraldas, escondido entre manglares y mar, es una cápsula donde lo esencial cobra sentido: el sol, las olas, la música y la gente.

El alma de Mompiche: su playa

El alma de Mompiche es su playa. Larga, ancha, con arena tan suave que dan ganas de caminar, mientras las olas rompen con fuerza.

Desde muy temprano, surfistas de todo el mundo salen al mar buscando esa ola que, según dicen, “te cambia el viaje”. Los más experimentados se lanzan con destreza, mientras otros reciben clases bajo la sombra de una carpa de bambú, con instructores locales.

La gente de Mompiche tiene el don de hacerte sentir como parte de ellos. Los niños saludan, los dueños de hostales comparten historias y los artesanos invitan a conversar mientras tejen sus creaciones.
En Mompiche se vive en un ambiente íntimo y muchos se quedan más tiempo del previsto.LUIS CHEME

Un epicentro de cultura y convivencia

Pero Mompiche también es arte en las paredes, mercados improvisados de pulseras tejidas y collares y cafés donde los viajeros se sientan en el suelo a escribir en sus diarios. Todo aquí tiene un aire bohemio, casi místico.

A la hora del almuerzo, los aromas se mezclan: encocado de camarón en una esquina, pizza artesanal en otra. En cada plato está la influencia de quienes llegaron y se quedaron, fusionando sabores del mundo con el alma esmeraldeña.

En la playa, entre manglares o en clases de surf, el tiempo no pasa. Algunos llegan por tres días y se quedan tres semanas, porque, como dice un graffiti al final del malecón: “Quien pisa Mompiche, deja huella, pero también se lleva parte del alma del lugar”.

En las noches, en algunos bares prenden fogatas frente al mar, otros encienden parlantes pequeños donde suenan reggae y trova. El ambiente es íntimo, auténtico, nada forzado.
El tiempo parece detenerse mientras se disfruta en una cafetería o en la playa.LUIS CHEME

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