La espera terminó. El sábado 28 de enero, a las 18:30, cuando el sol moría en el oeste de Guayaquil y la temperatura llegaba a los 30 grados, unas 100 personas fueron testigos de la unión eclesiástica entre la cantante Dayanara y el actor Jonathan Estrada, en el santuario de Schoenstatt.

Las ocho damas de honor estuvieron en el lugar desde las 16:30, entre ellas, las actrices Samantha Grey y Scarlett Córdova, quienes lucieron vestidos negros, de hombros escotados y con una atrevida abertura en la pierna derecha.

La dama de amor y hermana de la novia, Samantha Peralta, utilizó un traje rojo con brillos, el cual le armaba muy bien su figura.

A las 17:30, Dayanara arribó sonriente a bordo de un auto negro, adornado con moños blancos, junto con su padre Javier Peralta.

La artista lucía un vestido blanco bordado a mano, con incrustaciones de pedrería y brillos, principalmente en el velo. La cola, bordeaba los dos metros.

En el altar la esperaba el novio vestido con un terno negro. Al verla ingresar, Jonathan levantó sus puños en señal de victoria.

Javier Peralta entregó a la novia, no si antes darle la bendición a la pareja y abrazarla. ¡Emotivo!

Votos de amor

Otro de los momentos emocionales de la ceremonia se dio cuando los novios declararon sus votos. “Mi número uno, la voz que me susurra un amor antes de dormir, el espejo que me dice: ‘confío en ti’. El motivo de mis celos, el equilibrio de este loco, la niña que conocí, la mujer que me enamoró, el ser más noble, la de corazón y manos generosas. La que un día me respondió un ‘hola’ en Instagram y hoy me da un ‘sí’, para siempre. Ella es mi novia, mi compañera. Este hombre que te habla va a dejar su vida entera por este hogar”, mencionó Jonathan, mientras sostenía las manos de Dayanara.

“Quién diría que ese mensaje con un muñequito terminaría siendo la casualidad más bonita de mi vida. Serte fiel es un placer y lo seguiré siendo por el resto de mi vida. En estos casi 8 años hemos superado todas las batallas y estoy segura de que con Dios en nuestra casa, todo será mejor (...) Gracias por comprender mi inocencia y mi falta de conocimiento en algunas cosas que tú ya sabías. Gracias por esperarme y darme la mano para caminar conmigo”, respondió ella.

Entrelazaron sus brazos y salieron entre aplausos y pedido de “¡beso, beso!” de los asistentes. Los esposos los complacieron, luego se subieron a un auto de colección de los años 60 y partieron hacia la fiesta en un hotel del norte de Guayaquil. Así fue el matrimonio ‘adictivo’.