Los efectos de la COVID-19 se sienten hasta en las ceremonias religiosas, pero la fe católica se mantiene intacta. Una muestra fue la celebración del Miércoles de Ceniza, con el que el 17 de febrero se dio inicio a la Cuaresma.

En Guayaquil, los templos católicos han adaptado nuevos protocolos para cumplir con la tradicional ceremonia, con el fin de evitar contagios de coronavirus. En esta ocasión la ceniza no se colocó en la frente, sino en la coronilla de los creyentes. 

A través de un comunicado, la Arquidiócesis de Guayaquil dio a conocer las nuevas directrices para el desarrollo de la actividad, en la que se evidenció una participación numerosa de católicos.

En los templos, los sacerdotes empezaron la misa con la oración de bendición de la ceniza. Posteriormente se esparció agua bendita sobre las cabezas y se pronunció por única vez: “Conviértanse y crean en el Evangelio” o “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”.

En los exteriores de los templos, decenas de fieles encolumnados esperaban ingresar para participar en la eucaristía. Uno de los requisitos obligatorios fue la toma de temperatura y esparcir alcohol en las manos.

Eran cerca de las 10:00 del miércoles cuando unos 300 feligreses ocuparon el aforo permitido en la Catedral de Guayaquil. Allí se formaron tres hileras para que los feligreses reciban la ceniza, esta vez de manera inusual.

“Antes de ir a mi trabajo aproveché para recibir la ceniza. La fe se mantiene y para evitar el contacto me pareció una buena idea que caiga sobre la cabeza. La hostia también debe darse en la mano, como antes”, opinó Cecilia Andrade, moradora de la ciudadela Las Orquídeas.