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Fotorreportaje: el ladrillero de las faldas del volcán Rucu Pichincha

Se llama César Cuatín. Y desde que tenía 20 años se ha dedicado a esta labor. Sus ladrillos han servido para levantar Quito. 

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César Cuatín anhela cumplir su nueva misión de entregar un pedido de un millón de ladrillos.Gustavo Guamán

Armero, un barrio que se encuentra en las faldas del Rucu Pichincha al occidente de Quito, cobija a un longevo artesano. Se llama César Cuatín y es un ladrillero oriundo de Salcedo. Llegó a la 'Carita de Dios' cuando apenas era un joven de 18 años para ejercer el oficio de albañil. Al poco tiempo de radicarse en la ciudad, recuerda que observaba el proceso de elaboración del ladrillo allá por La Vicentina.

El trabajo le entró al alma y se ilusionó con el mismo, tanto así que a los 20 años ya supo cómo elaborar ladrillos con sus propias manos y decidió emprender su aventura en solitario. Comenta que fueron sus ladrillos los que ayudaron en la construcción de lo que hoy es la ciudad de Quito.

Ya son 63 años que Cuatín ejerce este oficio con una habilidad y fuerza que a su edad, 83 años, no es común ver, pues es digno de admirar. Acompañado de su agua de panela y las coladas que nunca faltarán en su diario trajinar, cada mañana él se levanta muy temprano hasta cumplir con su última misión que es realizar un millón de ladrillos que le encomendaron, misma que será el motivo de su jubilación.

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La ceniza del horno es colocada en el barro para compactar la mezcla.Gustavo Guamán

Cuatín, padre de 7 hijos y 33 nietos, recuerda que años atrás, cuando se mudó a su querido barrio Armero, recogían el Agua que bajaba del Rucu Pichincha que la usaba para toda actividad.

El secreto de este ladrillero está en la ceniza que queda después de que se enciende el horno, esta se le aplica al barro para que se compacte y tenga un secado rápido. El horno es de unos 20 metros de alto, el cual tiene una capacidad para albergar 16.000 ladrillos, que al estar a altas temperaturas toma un color rojizo.

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Pese a su avanzada edad, Cuatín trabaja con mucha dedicación y fuerza.Gustavo Guamán

Pese a la llegada del bloque, el cual afectó mucho el trabajo de César debido a que este es más económico, pues el ladrillo que él elabora tiene un valor de 0,30 centavos por unidad mientras que el bloque tiene un valor de 0,25. Esto representó un caída fuerte del ladrillo, pero supo salir adelante pues él confiaba plenamente en la calidad de su trabajo.

Darwin Valladares, su nieto de 20 años, nos cuenta que a su abuelo, un gran ejemplo de vida, lo admira por su dedicación. También por la responsabilidad, el esfuerzo y la perseverancia con la que día a día trabaja.

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La familia es un gran apoyo sobre todo en el horno que es muy alto y puede abarcar más de 16.000 ladrillos.Gustavo Guamán

Él ha visto a su abuelo en la elaboración del ladrillo desde que tiene memoria. El joven expresa que su familia siempre ha apoyado a su abuelo desde sus hijos y nietos. “Nosotros le ayudamos principalmente cuando debemos ir al horno porque es un trabajo muy duro y se necesita mucha fuerza y agilidad, claro está que él nos da las indicaciones de como colocar cada ladrillo, nunca dejaremos de apoyarlo sin importar las circunstancias”, expresa Darwin.