Rosa mantenía a sus dos hijas con la venta de huevos de codorniz. “No tenía lujos, pero las sacaba adelante”, relató una tía de la mujer, de 26 años, cuyo cuerpo fue hallado en su casa, situada en Santa Bárbara, sur de Quito.

Fue asfixiada. La Policía señaló que el autor del femicidio sería su expareja. La puerta del domicilio no estaba forzada. “El agresor está dentro del núcleo familiar”, detalló Iván Naranjo, jefe de la Unidad de Muertes Violentas de la Dinased, en Quito.

En el levantamiento del cuerpo, el pasado viernes, Ligia, hermana de la víctima y quien encontró el cadáver, se lamentaba sobre una puerta negra. “Y ahora qué voy a hacer solita, qué va a ser de tus hijitas”, reprochaba.

Contó que había hablado con Rosa dos días atrás. Luego no contestó más. En ese lapso, el ex, quien ya había sido denunciado en mayo de 2018 por violencia intrafamiliar, habría usado una soga para quitarle la vida.

Ligia conocía todos los antecedentes de sufrimiento de su hermana con aquel sujeto. Así como Rocío, una amiga de Rosa: “Una vez vi que la niña mayor tenía las piernas moradas de los golpes”, señaló la señora mostrando la boleta de auxilio que no sirvió para nada.

La pequeña, de 8 años, no estaba en el domicilio. Presumen que él se la llevó. La otra hijita de Rosa, de 7 meses de nacida, fue encontrada con un estado de salud deplorable. “Deshidratada”. Dijeron los familiares que la reanimaron de milagro, porque estuvo sola durante los dos días que su madre estuvo muerta.

El cuerpo fue llevado a la comunidad de Zumbahua, en Cotopaxi, de donde era oriunda Rosa.

Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de las dos menores de edad involucradas en este hecho.