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¡El abusador está cerca!
En 9 de cada 10 casos, el agresor sexual pertenece al círculo familiar o social de la víctima.

Según el fiscal César Peña, el 90 % de los casos ocurre en el ambiente de las víctimas. Imagen dramatizada.
La tranquilidad e inocencia de una niña fueron ultrajadas cuando apenas tenía 10 años. A esa edad fue violada por primera vez y su martirio continuó por los siguientes dos años, hasta que sintió el valor de contarle a su madre el sufrimiento que la reprimía.
Y lo que empeoraba aún más su situación es que durante ese tiempo convivió con su agresor, porque no tenía otra opción, pues se trataba de su padre.
Este hecho, descubierto el pasado 27 de agosto, ocurrió en el suburbio de Guayaquil y no es el único acontecimiento en el que la víctima ha tenido cerca a su ‘profanador’.
César Peña Morán, fiscal multicompetente de Guayas, sostiene que “en nueve de cada diez casos el agresor pertenece al círculo familiar o social de la víctima”.
En Ecuador, solo entre enero y junio de este año se asentaron 2.430 denuncias por el delito de violación, lo que significa que a diario se registran 13,5 hechos.
“Sin embargo, podrían ser más, porque también hay personas que deciden no avisar a las autoridades, muchas veces por miedo”, acota el fiscal.
El mismo día en que la niña reveló su tortura, en Portoviejo, provincia de Manabí, se descubrió la violación a una señora, de 85 años. Los principales sospechosos fueron tres hijos de la mujer que cuidaba a la adulta mayor, quien además es su vecina.
Este suceso conmocionó esta semana al país, por la saña con la que se perpetró el delito, pues además de los daños psicológicos, la víctima sufrió lesiones. También se estableció que tras la agresión sexual, los individuos habrían escuchado música y consumido bebidas alcohólicas y sustancias estupefacientes.
“Es por eso que decimos que el abusador está cerca, porque de acuerdo a los casos que nos llegan hemos podido establecer que la mayoría son papás, padrastros, tíos, primos, vecinos, compadres, profesores e incluso pastores o sacerdotes”, menciona Peña.
Con esa deducción coincide la psicóloga María José Castillo, quien reitera que “no hay una característica que permita identificar a un violador, porque las personas que cometen estos hechos son socialmente adaptados. Es decir, que no tienen ningún problema. Puede ser un pastor, un médico o un vagabundo... cualquiera”.
No obstante, hay comportamientos que podrían servir de alerta, tanto para la víctima como para sus familiares, añade la especialista. “Hay que tener en cuenta, como indicios, si alguien en nuestro entorno consume pornografía, incluso, infantil”.
¡Ojo con la confianza!
Castillo recomienda tratar de conocer mejor a quienes hacen parte del entorno y no brindarles rápidamente la confianza solo porque parezcan agradables o educados. “Se arriesgan sin conocer bien a esas personas”, sostiene.
Y, a veces, es esa cercanía que tiene el agresor con la afectada o sus familiares lo que impide que el hecho sea denunciado, porque “los violadores trabajan a la víctima por mucho tiempo. Se ganan la confianza, conocen secretos y pueden intimidar con sacarlos a la luz. Saben qué decir para hacer que la perjudicada calle”, agrega la experta.
Lo mismo ocurre cuando los violentados son menores de edad. “Les dicen que van a contar de sus malas notas, o de sus peleas con amigos. Son cosas sencillas que logran asustar al niño. Además, insisten en que sus padres le creerán a él, al violador, y no a un pequeño”, explica.
El fiscal Peña argumenta que es por eso que las víctimas necesitan terapia psicológica, para que puedan nuevamente desenvolverse y afrontar el trauma que vivieron.
Pero no cualquiera puede ayudarlas. Castillo refiere que “debe hacerlo un terapeuta especializado. No todos los psicólogos están preparados. Además, hay que hacer una evaluación previa, porque no todas las personas pasan por estrés postraumático”.
En este tipo de tratamiento, los pacientes son sometidos a psicoterapia, a medicamentos antidepresivos y para el sueño, porque pueden presentar dificultad para dormir, pues las escenas de la agresión atormentan a las víctimas.
La psicóloga describe que “también son sometidas a un método cognitivo-conductual, que consiste en cambiar la forma de pensar respecto a la situación. Asimismo, hay técnicas de relajación, de respiración, porque hay personas que permanecen por mucho tiempo en agitación y esto les puede ayudar”.
Sin embargo, aclara que aunque superen el trauma, las imágenes son difíciles de olvidar. En Ecuador, entre los años 2014 y 2018, 24.978 personas denunciaron haber sido víctimas de violación.
Medidas
“Se busca proteger a la víctima”
Existen casos en que las víctimas o sus tutores, si son menores de edad, no denuncian los hechos dentro de las 24 horas que dura la flagrancia (cuando se sorprende en el acto al autor del delito).
Es por eso que el agresor no puede ser detenido de inmediato, pero se inicia una investigación previa en su contra, para conseguir pruebas y llevarlo a una audiencia de formulación de cargos.
“Y mientras eso ocurre se busca proteger a la víctima. Es por eso que de oficio pedimos al Juzgado de Garantías Penales que se otorguen las medidas de protección contempladas en el artículo 558 del Código Orgánico Integral Penal (COIP), que son una orden de alejamiento, una boleta de auxilio y evitar que sea perseguida”, precisa Peña.
El fiscal afirma que se toma esa decisión porque en algunos casos ha ocurrido que el sospechoso, por pertenecer al entorno de la víctima, busca la forma de llegar a un arreglo para no ir a prisión.
“También hay amenazas de por medio. Entonces, si se incumplen estas medidas, se comete otro delito, por no hacer caso a las órdenes de la autoridad. Y de ser el caso va a prisión y podría permanecer hasta tres años, como dispone el artículo 282 del COIP”.