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Adicto a las drogas cuenta cómo planificó incendio en clínica
El joven dice que tuvo suerte de no morir quemado en el centro de rehabilitación.
Un viejo ventilador, dos palillos de fósforos y la espuma de un colchón fueron suficientes para que David y Carlos incendiaran la habitación de la clínica de rehabilitación en la que fueron encerrados para ‘curarse’ de su adicción a las drogas.
Enseguida las llamas consumieron las sábanas, colchonetas y algunas prendas de vestir de los otros internos.
Esta temeraria acción tuvo un solo propósito: escapar. Pero no lo lograron por la inmediata reacción del director del centro y de un consejero, quienes con un extintor evitaron que el fuego se propague y los chicos se fugaran.
Han transcurrido dos meses desde el siniestro y David reflexiona que lo que hizo pudo salirse de sus manos y provocar una tragedia. “En el fondo tuvimos suerte, por poco morimos quemados”, dice el joven mientras agarra la mano izquierda de su padre, quien atento escucha su relato.
Pero la ‘fortuna’ de David y Carlos no la tuvieron los 10 internos que el pasado 12 de octubre fallecieron asfixiados y quemados en un centro clandestino ubicado en el Guasmo sur de Guayaquil. Nueve meses (11 de enero) antes un hecho similar se suscitó en una clínica de recuperación del suburbio porteño: 18 vidas se apagaron. Internos incendiaron un colchón para huir.
Pero ¿qué lleva a un adicto a maquinar un incendio y a poner su vida y la de sus compañeros en riesgo? David, consumidor desde los 14 años y actualmente en recuperación, y dos especialistas respondieron esta interrogante.
El joven, de 21 años, planificó el incendio no solo porque estaba cansado del encierro, también de los maltratos a los que era sometido, asegura. “Estaba harto, no ingresé por mi voluntad, sino porque me capturaron, me sentía secuestrado. Aunque no me maltrataban físicamente, sí lo hacían de forma psicológica. Me insultaban, me hacían psicodramas en cuanto a mi familia”, revela.
Según el joven, quien ha estado dos veces internado en centros de rehabilitación, a él le repetían estas frases que lo desmotivaban como: “Nunca vas a hacer algo por ti”, “Eres un drogadicto y así te vas a quedar”.
Finalmente, David y 15 compañeros más cumplieron su objetivo: escapar. El pasado 9 de octubre, “cansados de maltratos”, planificaron la fuga. Al día siguiente encerraron al director de la clínica en una habitación y armados con cuatro cuchillos que tomaron de la cocina y dos palos de escobas amedrentaron a uno de los coordinadores y se escaparon del centro para adictos, en el suroeste porteño.
David se siente libre del encierro, pero sigue atrapado en el mundo de las drogas. “Es un proceso largo, trato de mantener la mente ocupada en mis estudios. Reconozco que esto es una enfermedad. A veces no es necesaria una clínica, sino el apoyo de la familia y los valores del hogar”.
Maltrato en vez de medicamentos
Julieta Sagñay, psiquiatra del Instituto de Neurociencias y experta en adicciones, explica que los internos no incendian los centros pensando en un suicidio, sino porque quieren escapar del encierro.
Aclara que las clínicas no son hospitales y no están equipadas para atender patologías duales, es decir que el drogadicto, a más de su adicción, puede presentar un trastorno en su personalidad, como psicosis o paranoia.
“Él no va a cumplir reglas, no va a adecuarse, por lo que agredirá y será agredido”, sostiene la especialista.
Sagñay agrega que otro de los motivos por los que los internos provocan siniestros es porque no hay manejo del síndrome de abstinencia, porque los pacientes no reciben medicinas.
“Para calmarlos lo que hacen es tirarles agua o los meten en un cuarto que llaman ‘lagartera’. Desesperados queman colchones con la intención de que les abran las puertas, porque no aguantan la abstinencia y, a veces, la situación se les sale de las manos”, comenta.
Otra de las razones es el maltrato. “Los electrocutan, les dan la comida como a un perrito, les impiden moverse, los obligan a hacer ejercicios tipo militar, los meten al agua y les dan pastillas para que estén sedados. Todo esto los lleva a pensar que lo mejor es escapar”, indica.
Sagñay dice que los adictos también son víctimas de maltrato psicológico: “Les dicen ‘tu familia no te quiere, te van a dejar más tiempo’; si tiene mujer le dicen: ‘ella está con otro’. Creen que el miedo y la restricción funcionan”.
Llaman la atención
El psiquiatra Juan Montenegro coincide con Sagñay y señala que los internos provocan incendios para llamar la atención y huir.
Montenegro menciona que el síndrome de abstinencia hace que los adictos sientan angustia y pánico, y si no son tratados por verdaderos profesionales puede ocurrir una desgracia de mayor magnitud como lo acontecido en las dos clínicas clandestinas que dejaron un saldo de 28 muertos en lo que va de este año.
El profesional recomienda no llevar a los adictos a centros de rehabilitación, ya que, según él, en estos lugares los internos amplían su mundo de adicción.
“Agrandan su sociedad de consumo, porque se encuentran con personas de diferentes zonas y que consumen otros tipos de droga”, explica.