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Se alejó de todo por amor

Un hombre decidió salir de su hogar para vivir en la calle, porque su consumo de droga estaba afectando a su novia. Ha intentado rehabilitarse

reciclador
El hombre es reciclador. Dice que hace de todo, menos robar.Jimmy Navarrete

Ya nadie lo llama por su nombre. Desde hace más de seis meses, lo conocen solo como Bob Marley. El Nelson Valencia que trabajaba y tenía un hogar se ha ido evaporando con el humo de la droga y la soledad.

El afrodescendiente con rastas -de ahí que lo apodasen como el cantante de reggae jamaiquino- es quien cuida y vive en la casa abandonada que está a un costado de la Universidad Católica, en la avenida Carlos Julio Arosemena, en el norte de Guayaquil.

“Soy un droguito pasivo”, reconoce sentado en el zaguán de la destartalada vivienda. No está orgulloso de su consumo, que le ha cambiado la vida en 10 años, pero no lo oculta y, desde hace medio año, no trata de frenarlo.

Justo por la droga se fue de su hogar. Por la droga y por amor, cuenta. Ha intentado tantas veces una rehabilitación, pero siempre recae. Fue así como empezó su vida en la calle.

“Nadie que no esté metido en esto debería juzgar. Solo quien se droga sabe la cruz que cargamos”, dice con una sabiduría que, asegura, aprendió en los libros. Antes de salir de su vivienda, en el sur de la ciudad, era un amante de la lectura. Gabriel García Márquez era su escritor favorito. Ahora ya no tiene libros y se contenta con leer lo que encuentra en la calle, cuando sale a reciclar, que por lo general son revistas viejas.

Recicla, dice, para poder comprar las sustancias y para comer. Porque sí, puede ser un adicto, pero no un ladrón.

El guayaquileño, que asegura que sus abuelitos son de la mismísima Jamaica del verdadero Marley, contó que fue el amor por su novia el que lo hizo abandonar su casa. Ella estaba empezando a consumir y él no quería que el vicio la lastimara.

No es una casa embrujada

Así decidió irse y, el primer lugar que halló para dormir fue la casa abandonada de la Católica. Cuenta que un día el dueño llegó y, según dice, le dio permiso para quedarse, siempre y cuando mantuviera el patio libre de maleza.

Pero a Nelson, de 55 años que parecen menos, se le unieron tres muchachos que también son consumidores y que, de repente llegan a dormir allí. Para evitarse complicaciones, a todos los llama ‘Daniel’.

A ellos les ha otorgado responsabilidades que van desde arreglar goteras, cubrir huecos en las paredes con plásticos y mantener una especie de orden en el lugar, al que, de repente, ingresan otros consumidores para sus ‘viajes’.

Nelson asegura que muchos creen que la casa está embrujada. Por eso, a veces, al regresar de la recolección de material para reciclar ha encontrado a curiosos grabando vídeos o tomando fotos dentro.

Aunque reitera que vive tranquilo, una de sus metas es reunir dinero o que alguien le regale ropa para poder trabajar en la 9 de Octubre como vendedor de chicles y cigarrillos.

Anhela retomar su vida de antes, pero todo a su tiempo. Sobre su novia, prefiere no pensar, no porque no la ame, porque aún está enamorado, sino porque justo por eso prefiere estar lejos.