La imagen de José Adolfo Macías Villamar, alias Fito, sentado en una corte Brooklyn, en Nueva York, y declarando “no culpable” a siete cargos federales, no solo marca un hito judicial. También es, para expertos en seguridad, el posible reflejo de una estrategia profunda, tejida desde las entrañas del crimen organizado. Lo que parece una simple detención, podría ser, en realidad, una ‘jugada’ de alto nivel.

Para Kléber Carrión, exoficial de inteligencia, la captura y extradición de Fito no deben analizarse en solitario, sino en el contexto de una guerra criminal cada vez más fragmentada. A su criterio, Los Choneros (la banda que lideró Fito desde 2021) se encuentra debilitada, sin un liderazgo claro y con disputas internas que han erosionado su hegemonía.

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“Los Choneros ya no tienen un solo líder ni una estructura sólida. Cada facción busca su propio poder, y eso ha dado paso a una mezcla de grupos que operan bajo distintos nombres. Es una fanesca delincuencial que complica aún más la seguridad del país”, advierte Carrión.

Un vacío de Los Choneros aprovechado por otras bandas

Este vacío habría sido aprovechado por bandas rivales como Los Lobos, cuya violencia es más despiadada, según el exoficial. “Ese nivel de brutalidad les da un poder basado en el miedo, aunque también los vuelve inestables internamente”, afirma. Además, revela que incluso organizaciones como los Freddy Krueger han comenzado a ganar espacio en zonas clave como Manabí, antes controladas por Fito.

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La falta de fidelidad interna y el avance de nuevas estructuras criminales apuntarían a un reordenamiento forzado del mapa delictivo. “No hay coincidencias -dice Carrión-, están delimitando zonas de microtráfico y buscando entendimientos entre bandas para evitar que el Estado siga golpeándolos con fuerza”.

En esta cárcel está alias Fito actualmente

¿Todo fue calculado por el líder de Los Choneros?

Por su parte, el analista en seguridad Nelson Yépez sostiene que la entrega de Fito habría sido cuidadosamente planificada, posiblemente incluso desde antes de su última recaptura (el 25 de junio, en Manabí). “No creo en las coincidencias, pero sí en los arreglos. Fito sabía que su tiempo escondido se agotaba y optó por una salida que, paradójicamente, lo mantiene con vida”, afirma.

Yépez cree que el capo criminal preparó su sucesión antes de ser extraditado, con un plan claro para que su organización continúe operando. “Él sabía que en Ecuador no tenía garantías de vida. La cárcel en Estados Unidos, aunque dura, le ofrece estabilidad. Puede negociar, reducir penas y asegurar el futuro de su familia y su organización”.

El experto añade que Macías Villamar, en las imágenes que se han hecho públicas desde su recaptura, transmite calma por una razón: “Su comportamiento durante su traslado fue tranquilo. No había miedo. Era un mensaje a su gente: ‘Estoy bien, sigan con el plan’ (que problablemente dejó)”.

¿No más influencia de Fito?

Ambos especialistas coinciden en que el traslado de Fito a Estados Unidos no marca el fin de su influencia. Por el contrario, señalan que podría ser el inicio de una nueva etapa: más silenciosa, más calculada y, quizás, más peligrosa.

Los escenarios tras la extradición de alias Fito

La extradición de Fito abre dos posibles escenarios para el futuro de Los Choneros, según Renato Rivera, director del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO). El primero, que considera menos probable, sería una fragmentación interna del grupo. Aunque en 2020 surgieron divisiones, actualmente no habría evidencia clara de una nueva ruptura estructural.

El segundo escenario, que Rivera considera más plausible y ya en marcha, es un desplazamiento territorial y operativo de Los Choneros a manos de otras organizaciones. No solo Los Lobos estarían en juego, sino también redes criminales transnacionales que buscan apoderarse de los circuitos de narcotráfico y lavado de activos en Manabí, donde Los Choneros consolidaron rutas marítimas y logísticas clave.

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Los asesinatos recientes de figuras relevantes dentro de la organización no serían casuales. Rivera afirma que las víctimas podrían haber cumplido roles esenciales en las operaciones financieras y logísticas, lo que evidenciaría una lucha por el control.

Además, advierte un posible reacomodo similar al ocurrido tras la caída de El Chapo Guzmán, en México, cuando nuevos cárteles ganaron terreno en Ecuador. Con Sinaloa debilitado y Fito fuera del país, se abre una oportunidad para que otros actores ocupen el vacío de poder. Precisa que el conflicto ahora no es solo interno: es una pugna por territorios, rutas y control económico del crimen organizado.

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