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A la izquierda, Amy Lynn Bradley antes de su desaparición; a la derecha, una imagen que algunos creen podría ser ella años después.INSTAGRAM

Amy Lynn Bradley: el caso sin resolver que conmociona desde 1998

Un viaje familiar, una noche de fiesta y una desaparición que aún estremece

En marzo de 1998, Amy Lynn Bradley, una joven estadounidense de 23 años, abordó el crucero Rhapsody of the Seas con su familia, sin saber que ese viaje cambiaría sus vidas para siempre. El itinerario incluía paradas paradisíacas en Aruba, Curazao, St. Marteen y St. Thomas. Sin embargo, cuando el barco navegaba por el Caribe, Amy desapareció sin dejar rastro. A más de dos décadas de aquel suceso, su familia continúa buscándola, mientras crecen las sospechas de un posible caso de trata de personas.

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La historia, revivida por una de las series documentales más vistas en Netflix, ha cobrado nuevamente fuerza. Testimonios, imágenes, contradicciones y pistas dispersas alimentan un caso que sigue sin cerrarse. ¿Qué pasó con Amy Lynn Bradley?

Un viaje de celebración antes de la vida adulta

Amy acababa de graduarse de la universidad, tenía un departamento nuevo, un trabajo como consultora informática por comenzar y un bulldog francés que la esperaba en casa. El crucero representaba una especie de celebración familiar antes de asumir su vida adulta. Sus padres, Ron e Iva Bradley, habían ganado los pasajes por trabajo y decidieron incluir a sus dos hijos, Amy y Brad, en la experiencia.

Durante los primeros días del viaje, los hermanos disfrutaron de las actividades del barco. Amy llevaba su cámara para participar en un concurso fotográfico y compartía cada instante con su familia. La noche del 23 de marzo, después de cenar juntos, Amy y Brad fueron a la discoteca Mardi Grass. Allí, Amy bailó hasta la madrugada con miembros de la banda Blue Orchid, especialmente con el bajista Alistar Douglas, apodado “Yellow”.

Fotografía tomada antes del viaje en crucero donde Amy desaparecería sin dejar rastro.E! News

La última vez que la vieron

Según los registros electrónicos del camarote, Brad regresó a la habitación a las 3:35 a.m. y poco después llegó Amy. Compartieron unos minutos hablando en el balcón. Ella le comentó que uno de los músicos se le había insinuado físicamente, pero no le dio demasiada importancia. Luego dijo que no se sentía muy bien y decidió quedarse un rato más tomando aire fresco. Esa fue la última vez que Brad la vio.

Poco después, alrededor de las 5:15 y las 5:30 su padre Ron despertó y vio sus piernas en un camastro del balcón. Pero minutos después algo lo despertó, al volver a mirar, Amy ya no estaba. Su camisa estaba sobre una silla y sus cigarrillos habían desaparecido. Ron, preocupado, salió a buscarla sin despertar al resto de la familia. A las 6:30, al no encontrarla, alertó a los demás: Amy había desaparecido en medio del mar.

Una búsqueda lenta y sin respuestas

La familia pidió ayuda inmediata a la tripulación del Rhapsody of the Seas, pero se encontraron con una respuesta fría. No se emitió ninguna alerta general ni se detuvo el desembarco en Curazao. “No íbamos a parar el crucero por una joven desaparecida”, dijo el jefe de relaciones con pasajeros, Brent Hunter. Solo a las 7:50 comenzó un tímido llamado por altavoz. La palabra “desaparición” jamás fue utilizada.

El barco, con más de 2.000 pasajeros y 400 tripulantes, continuó su itinerario. A las 9 a.m., se inició una búsqueda formal. Revisaron camarotes y zonas comunes, pero no encontraron nada. 

El capitán supuso que Amy había caído por la borda, pero no había pruebas de ello. La Guardia Costera de las Antillas Neerlandesas la buscó durante cuatro días. No hallaron cuerpo, ropa ni señales. Amy simplemente desapareció.

El FBI se unió a la investigación, pero para entonces la habitación de los Bradley ya había sido limpiada, eliminando posibles pruebas. Las hipótesis iniciales, como un accidente o un suicidio, fueron descartadas. 

Amy era una excelente nadadora, no había señales de depresión y había motivos para celebrar su vida. Sus pertenencias estaban en orden. Solo faltaban su encendedor, sus cigarrillos y un par de sandalias.

La familia comenzó a sospechar de la tripulación. Relataron que Amy llamaba la atención de algunos empleados, incluso uno le había susurrado “nosotros querríamos sacarte a pasear”. Además, las fotos que le tomaron a Amy durante la “noche formal” nunca aparecieron. Los Bradley comenzaron a pensar que su hija había sido secuestrada con fines de trata de personas.

Pistas en Curaçao y teorías de trata de blancas

Con el paso del tiempo, surgieron múltiples testimonios que reforzaron la hipótesis de un secuestro. En agosto de 1998, el turista canadiense David Carmichael aseguró haber visto a una mujer muy parecida a Amy en una playa de Curazao, escoltada por dos hombres. Lo que más llamó su atención fueron los tatuajes que coincidían exactamente con los de Amy: un demonio de Tasmania jugando al baloncesto, un sol en la espalda y un símbolo chino en el tobillo derecho.

En 1999, un marine estadounidense aseguró haber visto a Amy en un burdel de Curazao. Según su testimonio, la mujer se le acercó y le rogó que la ayudara, afirmando que estaba siendo retenida contra su voluntad. Sin embargo, el marine no reportó el hecho en ese momento por temor a sufrir represalias o involucrarse en problemas. Solo dos años después, al ver una foto de Amy en una revista, reconoció su rostro y decidió hablar.

En 2005, la familia recibió por correo electrónico imágenes de una mujer en lencería, similar a Amy, que se hacía llamar “Jas”. El FBI consideró la posibilidad de que estuviera viva y en manos de una red de trata. Ese mismo año, una testigo llamada Judy Maurer  en Barbados dijo haber hablado con Amy en un baño, donde estaba vigilada por tres hombres. Amy le dijo que era de Virginia y que se llamaba “Amy”.

Tatuajes identificativos de Amy Lynn Bradley: una de las pistas clave del caso.Montaje extra

Un engaño en medio de una búsqueda sin fin

La desesperación de la familia fue aprovechada por un estafador. En 1999, Frank Jones se hizo pasar por exoficial de la Marina y prometió rescatar a Amy. Los Bradley le pagaron 210 mil dólares, pero todo fue un engaño. Jones fue condenado en 2002. A pesar de los obstáculos, la familia no se rindió y participó en numerosos programas de televisión para mantener el caso visible.

En 2010 se encontraron restos óseos en una playa de Aruba, pero nunca se realizó una comparación con el ADN de la familia Bradley, por lo que su posible vínculo con Amy quedó sin confirmar. 

En 2017, la hija del bajista conocido como “Yellow”, quien formaba parte de la banda que tocó a bordo del crucero Rhapsody of the Seas, se acercó a la familia Bradley para colaborar con la investigación, aunque no se conocen detalles sobre la información que proporcionó. A pesar de los esfuerzos y las múltiples pistas, Amy fue declarada legalmente muerta el 24 de marzo de 2010, doce años después de su desaparición.

Más de 27 años después, el caso de Amy Lynn Bradley sigue sin resolverse. Su familia mantiene viva la esperanza y continúa ofreciendo una recompensa de 250.000 dólares por información que permita traerla de regreso. Para ellos, Amy no murió aquella madrugada en el crucero: fue llevada a la fuerza y aún podría estar viva en alguna parte del mundo.

“Todos sentimos que está ahí en algún lugar”, afirman sus padres y su hermano Brad. Mientras tanto, el documental disponible en Netflix ha reavivado el interés por este enigmático caso, en busca de una pista que, finalmente, arroje luz sobre lo ocurrido aquella noche de marzo de 1998.

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