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¡Salsa y rap en el adiós del futbolista asesinado a tiros!
El mejor amigo del futbolista, quien estuvo en el momento del ataque, lloró sobre el ataúd. Familiares esperaron el arribo desde Bélgica de una tía para cumplir con el entierro en Guayaquil.
“Cómo le explico a mi mamá que mi hermanito ya no está, que no lo vamos a ver más, que no lo pude cuidar”. Aquella letra del tema ‘Mi hermanito’, de la agrupación Piso 4, fue el canto de despedida del futbolista Josué Mauricio Quiñónez, asesinado el pasado 12 de mayo en la Isla Trinitaria, sur de Guayaquil.
La tarde de este miércoles 15 de mayo sus amigos y familiares le dieron el último adiós al jugador de Independiente Jr., entre melodías de salsa y un poco de rap.
Algunos se refugiaron en la cerveza y el aguardiente para calmar el dolor y frenar las lágrimas que les causaba la partida de su pana, del jugador favorito de la cooperativa Nuevo Rumbo.
Aproximadamente 100 personas acudieron al sepelio de Mauri, como era conocido cariñosamente el futbolista de 18 años y quien murió tras recibir dos disparos -uno de ellos perforó su pulmón izquierdo- cuando se encontraba en el interior de un vehículo en la Trinitaria, debido a un presunto robo, según los familiares.
Los panas y allegados ingresaron el ataúd con los restos de Quiñónez por la avenida Felipe Pezo Campuzano, hacia la puerta principal del cementerio Jardines de Esperanza, en el norte porteño.
Un amigo de Mauri, quien los acompañaba en el vehículo la noche del ataque a balas, se derrumbó sobre aquel féretro. “No puedo dejarlo ir, me duele el alma. Él no tenía que morir”, dijo el joven, mientras el ataúd era cubierto con la bandera del Independiente Jr, equipo en el que actuaba como defensa. El cofre mortuorio era cargado por ocho amigos del barrio de Mauri, cuatro de cada lado.
Carlota Quiñónez, mamá del futbolista, encabezaba el cortejo fúnebre. La mujer estaba consternada, pero trataba de soportar todo el peso del dolor por la muerte de su hijo.
“No se fue un vago de la calle, se fue alguien que sacó la cara por el deporte”, mencionó entre lágrimas su tía Fátima Quiñónez, quien reside en Bélgica y que llegó al país para estar presente en el sepelio. Por esta razón los restos de Mauri no habían sido enterrados.
Fátima dijo estar indignada por el hecho y exigió a las autoridades justicia por el acto cometido. “Sea quien sea debe pegar por lo que le hizo a mi sobrino, quien comenzaba a vivir”, acotó.
Recuerdos de los panas
Los amigos de la infancia de Mauri, aquellos con que jugaba en el barrio, recordaron los gratos momentos que pasaron en las calles de la Trinitaria.
“Nosotros teníamos 10 años, jugábamos indor todas las tardes, pero él (Mauri) era ‘bien picado’ porque no le gustaba perder y quería ganar en la mayoría de ocasiones”, contó Víctor Vacilio, quien también lamentó la pérdida de su gran amigo.
“Siempre decía que iba a ser futbolista, pese a que un día un entrenador le dijo que no servía para eso. En el barrio éramos cinco amigos que queríamos ser futbolistas, pero él lo soñó y lo logró”, agregó su amigo Josué Mosquera.