Varias habitaciones oscuras con aromas a incienso y velas encendidas. Al fondo, alguien susurra sobre símbolos arcanos mientras en una mesa cercana se reparten cartas de tarot con delicadeza. Parece un ritual. No es una escena de película, es la primera edición de la Ruta de las Brujas que se celebró en Cate Cave, un rincón de Quito ubicado en La Mariscal, donde la comunidad gótica capitalina compartieron conocimiento. 

¿De qué se trata este evento gótico en Quito?

Ellos decidieron reunirse para hablar, sin máscaras ni prejuicios, de lo que muchas veces se evita en la sociedad: ilusionismo, magia negra, esoterismo, lectura de velas, medicina ancestral y ocultismo.  "Queríamos crear un espacio para tocar estos temas que muchas veces están escondidos o rodeados de tabúes", explicó Itamar Guzmán, una de las organizadoras del evento.

Para ella, la jornada fue como abrir un grimorio colectivo, donde quienes guardaban conocimientos ancestrales o prácticas poco comprendidas pudieron compartirlos con quienes sienten curiosidad, pero no han tenido una oportunidad cercana para explorarlos.

La reunión tuvo forma de talleres y conversatorios, pero sobre todo de encuentro. Como lo describe Reynaldo, creador del canal Minutos Macabros, este evento buscó dar espacio a ese segmento más místico dentro de la comunidad gótica. “Aquí hay de todo: poetas, modelos, músicos, pero hay también quienes están interesados en magia, energía y espiritismo. Muchos buscan respuestas en YouTube, pero hoy pudieron tener a los ‘profes’ en vivo para despejar dudas”, explicó.

Y es que, aunque el evento fue íntimo y acogedor, también cargaba con el peso de los estigmas. “Nos pasa todo el tiempo”, dice Reynaldo. Según él, cuando los ven reunidos, vestidos de negro o con maquillaje cargado, la gente cree que están haciendo un ritual satánico. "A veces solo estamos leyendo poesía o comiendo pan”. Ese miedo ha dificultado que consigan espacios públicos o salones adecuados para sus actividades.

La comunidad gótica en el país

La comunidad gótica en Ecuador es pequeña, pero no por eso menos diversa o rica en cultura, asegura Itamar. “Somos un puñadito, pero sabemos lo que hacemos los unos con los otros. Nos conocemos, colaboramos y cada encuentro es también una red de apoyo: hay emprendimientos, saberes ancestrales, moda alternativa… hay cultura”.

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El bar Cat Cave, se convirtió en un templo esotérico que irrumpía con el ambiente habitual de esta zona que está llena de discotecas en las que retumban los bajos de los parlantes con música urbana. Aquí solo había espacio para calaveras, rituales y conocimiento de otro mundo. Cada emprendedor tenía una especie de altar en el que exponían sus productos: calaveras, velas, duendes, pulseras, ropa erótica, había de todo. 

Talleres y conversatorios 

Por si fuera poco también hubo expositores que llevaron a los curiosos e interesados o obtener conocimientos mágicos, fórmulas, símbolos y correspondencias ocultas. Por ejemplo, enseñaron el tarot como guía para acompañar procesos, soltar bloqueos y encontrar respuestas desde lo profundo. Dieron talleres de medicina ancestral. 

Además, manipularon cuarzos, amuletos, péndulos, runas y símbolos para conocer un poco de la Alquimia y por un momento se transformaron en Mediums al canalizar mensajes de seres espirituales hacia los vivos. 

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