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Quito: casas soportan cascadas de aguas servidas

Los dueños de los inmuebles, ubicados en El Sena, aún limpian el desastre de lodo y granizo que dejó el último aguacero, pero el problema ya tiene 40 años, aseguran

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Los moradores recogen partes del techo que cayó por el talud.GUSTAVO GUAMAN

La familia Ruiz debió pedir refuerzos para enfrentar la última inundación que sufrió su casa, ubicada en la calle El Sena, sur de Quito, por los aguaceros en la capital.

Después de dos días, ayer, el granizo y el lodo aún estaban acumulados en las herramientas y materias primas del taller mecánico que allí funciona.

Amable Ruiz, su dueño, explica que si bien ha habido inundaciones, la del lunes ha sido la peor, sobre todo porque fue por dos frentes. “Vino el agua de la avenida Maldonado y también el talud de la parte de atrás”, explicó.

Varios metros cúbicos de tierra cayeron sobre una parte del techo y ocasionaron que ceda ante el peso. Además, se formaron verdaderas cascadas entre el agua de la lluvia y el de la alcantarilla.

“La tubería es demasiado vieja y ya no da más porque la población ha aumentado”, dijo Richard Ruiz, uno de los habitantes de la casa.

Junto a ellos está otra casa, ambas son patrimoniales porque tienen más de 150 años y la preocupación es mayor. “Aquí funciona un centro cultural, hemos intentado mantenerlo bien, pero estamos en peligro”, comenta Gabriel Gallardo, vecino de la zona.

Evaluaciones

Además de la caída del talud sobre la parte trasera de estas casas se formó un hueco en la calle Vela, que queda a la vuelta de estas viviendas. Allí se encuentra una cuadrilla de trabajadores de la Empresa Metropolitana de Agua Potable y Alcantarillado (Epmaps).

El funcionario a cargo explicó que aún se hacen las evaluaciones pertinentes para emitir un diagnóstico de la situación y las acciones a seguir. “Nos tocó abrir más el socavón de la calle Vela para ver con qué nos encontramos”, agregó.

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Cerca de allí se formó un socavón en la mitad de la calle Vela.GUSTAVO GUAMAN

Sin embargo, para los vecinos esto es “un cuento de no acabar”, ya que es una problema de hace 40 años que poco a poco se ha agudizado. “Es ilógico que si vivimos junto al río el agua no se vaya al caudal”, espetó Amable Ruiz.

Los vecinos todavía no han contabilizado las pérdidas materiales, por ahora se ocupan de limpiar lo que dejó el último aguacero para que “cuando venga el siguiente la situación no sea más crítica”.

“Esperamos que ahora sí se tomen en cuenta nuestras necesidades, después de tanto tiempo”, concluyó Amable Ruiz.