Actualidad
Aprenden a ser madres bajo un techo de acogida
Seis adolescentes con sus hijos viven en un hogar de protección. Ahora retoman sus estudios.

‘Sofía’ combina sus días entre hacer tareas escolares y cuidar de su hijo ‘Lucas’. En las noches, ella lo baña y juegan juntos hasta que sea hora de dormir.
El bebé en sus brazos hizo que ‘Sofía’ (nombre protegido) entendiera su nueva realidad. Apenas cursaba el primer año de colegio cuando se enteró de que estaba embarazada y nueve meses más tarde, por cesárea, nació ‘Lucas’.
La noticia de que la chica, de 14 años, estaba en cinta no fue del agrado de su madre, pero con el tiempo ambas se acostumbraron al nuevo miembro de la familia.
El niño tenía dos meses de nacido cuando ella fue llevada a Adole-Isis, mientras su situación familiar de riesgo era analizada. En este lugar se recibe a las adolescentes, de entre 12 y 17 años, que sufrieron algún tipo de violencia sexual.
Siete meses más tarde, en septiembre pasado, y aún viviendo bajo ese techo protector, la adolescente se volvió a poner el uniforme y, cargada de dudas, regresó a las aulas.
Hoy, las Matemáticas, la lengua y las Ciencias Naturales se combinan con sus labores de mamá. “Lo baño en la noche. Ahí jugamos, él me salpica con el agua. Termino empapada, pero es muy divertido”, explica.
Pese a los escasos años de la chica, sabe bien que su hijo es su prioridad, por la que con esmero se reinsertó al sistema educativo. “Quiero ser parvularia”, manifiesta.
A veces, los berrinches del bebé la hacen “perder la paciencia”, pero ha encontrado en sus cinco compañeras del hogar, un apoyo incondicional. “Todas estamos en las mismas, no sabemos bien qué hacer”, explica.
Hasta el momento, la tarea que más trabajo le está costando es suspender la lactancia materna. Sin embargo, los primeros pasos de su hijo y sus repetidos “mamá”, embargan su corazón de alegría y la motivan a ser “una buena estudiante para sacarlo adelante”.
Mientras ‘Sofía’ cumple con sus deberes académicos o con las tareas cotidianas del centro, ‘Lucas’ asiste a la guardería. “Allí lo cuidan y le dan de comer. Cuando llego en la noche jugamos al chuchu (tren). Le encanta”, confiesa.
‘Laura’ también acompaña a su hijo ‘Diego’ mientras juega con una motocicleta de plástico. Ella es mucho más tímida que ‘Sofía’ y jamás habla del papá del niño. Pasó un año alejada de los salones de clases, tiempo en el que se dedicaba de llenó a criar a su ‘retoño’, de tres años. Sin embargo, en diciembre del 2017, se armó de valor, y con los textos bajo el brazo, retornó al colegio, donde actualmente cursa noveno grado. “Fue difícil, especialmente hacer nuevos amigos”, señala con una voz casi inaudible.
Las situaciones que ella y su compañera vivieron antes de llegar a este sitio, les cambió su percepción de la vida. Ahora, su único refugio son sus hijos para quienes debieron “madurar” de golpe.
Así como ellas, otras compañeras también cumplen con una jornada académica dentro del mismo centro. “Algunas aún no vuelven al colegio, porque se han rezagado algunos años”, refiere una de las asesoras.
Sin embargo, todas las chicas reciben educación, participan de talleres artísticos y actividades deportivas. Incluso, los fines de semana van al cine, al parque, a patinar y a los museos.
“La maternidad nos cambió la vida... pero el mundo sigue”, concluye ‘Sofía’, mientras toma su mochila para dirigirse al colegio.
Ayuda legal
La mayoría de los casos están siendo judicializados
María Fernanda Pacheco, presidenta del Patronato San José, precisó que el centro de acogida es un programa para que las jóvenes “construyan un plan de vida”. Allí, las chicas reciben herramientas para reinsertarse en la sociedad. La mayoría ha sido víctima de algún tipo de vulneración de derechos y “llegan al centro con una orden de protección, mientras que sus casos son resueltos judicialmente”. La Fiscalía es quien maneja los hechos penales. Cuando estos se resuelven, las adolescentes regresan a sus hogares, no sin antes garantizarles que estarán a salvo.
Pacheco también refirió que un equipo del programa realiza un seguimiento a las muchachas en sus domicilios. Así se asegura que no exista una nueva vulneración de sus derechos. Durante 2017, el hogar de acogida recibió a 149 madres adolescentes y realizó 484 atenciones externas. Actualmente, 5 chicas se han reintegrado a la educación formal. Mientras estudian, sus hijos permanecen en los Guagua y Guambra Centros del Patronato. Además, reciben capacitaciones en temas productivos para autosostenerse.