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Caseritos: La historia de Nory, la vendedora y experta en Marketing criollo

En medio del ruido y los muchos vendedores resalta Nory, caserita del mercado de la 30. Ella vende víveres y otros productos desde la pandemia

caseritos
La caserita empieza su jornada a las 06:00 y termina a las 13:00. Intenta cuidarse de la delincuencia.Freddy Rodriguez

A la caserita Nory Peralta, de 56 años, no le hace falta ninguna clase de marketing para saber cómo enganchar a sus clientes. Su experiencia en ventas la ha llevado a entender cómo piensan sus clientes y darles en el ‘clavo’.

La mujer atiende un pequeño puesto en el mercado ambulante de la calle 30, en el suroeste de Guayaquil. Allí a los clientes les ofrece granos, mantequilla, aceite, arroz y aliño, es decir abarrotes.

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Vive su día a día entre el ruido de las monedas y el regateo de los clientes. Pasa una compradora, pasa otra y solo la que ya tiene la confianza de Nory se queda. “Aquí los clientes son selectivos. Ellos saben quiénes son los que dan lo justo o tal vez cobran cinco centavitos menos. El reto es ganárselos”, dice y nos da unos consejos acerca de como ‘marketearse’ en medio de un mar de caseritos.

Nory tiene todo un ‘libro’ en su cabeza sobre estrategias, pues afirma que ha sido vendedora desde niña. “Recuerdo que cuando estaba en la escuela, yo ponía en la ventana de mi casa frascos con galletas, caramelos y dulces para venderles a los que cruzaran en frente y con ese dinero tenía para comprarme otras golosinas”, confiesa entre risas.

Sin embargo, ella tenía claro que necesitaba dinero para seguir inyectando capital a su pequeño negocio. “El dinero que me daban para el recreo yo lo guardaba y compraba los dulces. He sido visionaria desde siempre”, confirma y vuelve a reír.

LA CASERITA DE LA SEMANA
Tener una balanza justa es una de las características que Nory resalta de su negocio.Freddy Rodriguez

Al adjetivo de ‘visionaria’ se suman otros, como ‘esforzada’ y hasta ‘intuitiva’. En la pandemia, cuenta Nory, perdió su trabajo formal y le tocó ingeniárselas para no quedar ‘ahogada’ entre deudas.

“Me despidieron justo al iniciar la pandemia y busqué una solución para mantenerme y poder comer, además de pagar lo que se debía. Definitivamente me fue mejor de lo que esperaba, porque gané más de lo que hacía en un mes en el negocio en el que trabajaba”, relata con satisfacción.

Tal ha sido su ímpetu que cuando había toque de queda, ella vendía desde la puerta de su casa. “No desobedecía (ríe), pero igual trabajaba”.

Nory recomienda a los lectores apoyar a los pequeños comerciantes como ella por una sola razón: “los pequeños inversionistas vivimos de esto, el día a día. Nos ayudarían a levantar la economía de todos”.

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