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‘Chinitos’ volvieron a dormir en las calles
Edisson Aleaga Ramírez, Guayaquil
Armados con carpas, cobijas y algo de comida, miembros de una comunidad de comerciantes asiáticos durmieron en la Plaza de la Administración, ubicada en las calles Clemente Ballén y Pichincha, en el centro de Guayaquil.
Esto, luego de que entre las 22:00 del pasado jueves y las 00:00 de ayer, la tierra sacudiera nuevamente a algunas provincias en varias ocasiones. Según el Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional, se registraron, en la Costa, siete movimientos sísmicos superiores a la magnitud 5.
Su español no era tan claro, pero en sus caras se veía el temor que sentían por regresar a sus viviendas.
El horror reapareció en la mente de una ciudad, en la que solo se sintieron los ecos del terremoto que afectó principalmente a la provincia de Manabí.
Un centenar de orientales buscaban dónde acomodarse para recostarse y dormir. Los costados del monumento a Antonio José de Sucre o los enormes bloques recubiertos con mármol que reposan a un costado de la Gobernación y Municipio, servían como camas, mientras una botella con agua o algún bulto de ropa envuelta eran utilizados como almohadas.
Carlos Llamuca, policía de servicio urbano, indicó que la Policía Nacional de la Zona 8 había previsto esta situación y que su misión era “brindar seguridad” a los visitantes nocturnos en este espacio público.
Las horas pasaban y para muchos el sueño no llegaba. Una charla o algún juego de naipes servían para olvidar un poco lo sucedido y al mismo tiempo hacer que las horas pasen.
Los adultos protegían del frío de la noche a los niños, de 1 a 5 años. Algunos de ellos tenían miedo por lo que pasaba y, al igual que sus progenitores, se mantenían despiertos y alertas.
Los minutos pasaban y los ‘chinitos’ -como les decían algunos ecuatorianos que se habían juntado también ahí- seguían llegando. Unos se abrazaban, otros se daban de la mano y otros simplemente se saludaban con un “Ni hao”.
Al amanecer, y con la esperanza de que la tierra no temblara otra vez, todos recogían sus cosas y volvían a su hogar con la incertidumbre de si esta noche, deberían de nuevo dejar su techo y dormir en la calle.