Llegar al aeropuerto Mariscal Sucre de Quito se ha convertido en una peripecia. Las vías cerradas debido al paro nacional frenaron en seco las intenciones de los viajeros, sobre todo desde la noche del lunes -noveno día de movilizaciones- cuando la situación se volvió caótica...

Algunos recorrieron caminos alternos y chaquiñanes y, aun así, fueron pocos los que lograron arribar hasta la terminal aérea. Gabriela Sánchez debía conducir a cuatro turistas europeos hasta allí. “Me conozco todas las vías, pero ayer fue terrible, todo estaba cerrado”, lamenta.

La ruta que regularmente le toma entre 45 minutos y una hora, durante las protestas le llevó más de tres horas.

“En algunos puntos tuve que pagar para pasar. En otros regalé gasolina. Los extranjeros tenían que irse sí o sí”, revela.

A la mujer, que es guía de turismo, le da pesar el estado actual de Ecuador, especialmente porque ahuyenta a los visitantes. “Los viajeros estaban despavoridos. Estas situaciones nos dan mala fama como país”, expresa.

Pero no solo fueron los cierres viales los que hicieron que la gente que trataba de llegar al aeropuerto diera media vuelta. Mauricio Alarcón tenía un vuelo programado, pero un tiroteo lo frenó.

Ocurrió en la vía que une Tumbaco y Cumbayá, en el oriente de la capital. Los manifestantes se tomaron algunos tramos de la ruta y, según testigos, hubo disparos.

Alarcón explica que estaba a un kilómetro del sitio y decidió regresar a su hogar. “Los balazos eran evidentes. Y había una ausencia total de policías y militares”, cuenta.

Le apena haber perdido su vuelo a Estados Unidos, pero sobre todo que en el país no existan garantías para reprogramarlo. “Tenía un viaje de trabajo, pero en la aerolínea me dicen que no pueden hacer cambios porque no saben si la situación de ayer se repetirá”, describe.

¿Y los de regreso?

Aunque muchos intentaban llegar hasta el aeropuerto de Quito, otros viajeros trataban de salir de esa terminal para volver a sus casas. Algunos compartieron sus experiencias en las redes sociales.

Pamela Cobo contó, por ejemplo, que arribó a la capital a las 17:00 del lunes, pero que le fue imposible llegar a su hogar, por lo que tuvo que hospedarse en un hotel de la zona. Incluso prestó su auto para que una pareja de la tercera edad -que no consiguió un sitio para dormir- pasara la noche en su auto.