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La billetera del universitario: un desafío para cubrir copias, transporte y comida
Los jóvenes se ingenian para sobrevivir la jornada de clases con los recursos que les dan sus padres. Reducir gastos en transporte y comida es el objetivo.
Para Joseph Cornejo, manejar el dinero es una de las materias más complejas que afronta en la universidad. Debe ser muy meticuloso en sus gastos, pues presupuesto es lo que menos tiene.
Este estudiante de la Universidad de Guayaquil (pública) recibe clases cinco días a la semana y tiene jornadas de más de siete horas. “A veces prefiero traer la comida desde mi casa o permanecer sin comer”, afirma Cornejo, quien cursa el primer ciclo de Odontología.
No es el único entre los más de 100.000 estudiantes que suman las 14 universidades de la ciudad. Para quienes dependen del dinero de sus padres, este no suele ser suficiente para desenvolverse en la semana. Y la necesidad activa su ingenio.
“Los profesores en las asignaturas nos piden que saquemos copias, pero no siempre tengo la plata para hacerlo. Así que yo me las ingenio para tomarle una foto con mi celular”, relata Ericka Chalén, de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Politécnica Salesiana (particular). Además, pese a salir de noche, prefiere tomar el transporte público hasta su casa en la Alborada como método de ahorro.
“Se gasta mucho aquí, el dinero no alcanza. Un jugo sobrepasa los 0,60 centavos”, lamenta Boris Chilán, otro estudiante de la Universidad de Guayaquil, cuyo presupuesto personal es de $ 3 diarios.
Wilson Cedeño Morán, encargado de coordinación de investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Guayaquil, señala sobre el alumnado de esa entidad: “Esta es una sociedad de presupuesto familiar bajo, nuestros estudiantes están condicionados a lo que le dan sus padres o lo que pueden destinar de su remuneración baja en un negocio informal”.
Pero esta no es una ‘materia’ exclusiva de los alumnos de las universidades públicas, sino también de las privadas, aunque varíen las circunstancias y sus presupuestos personales.
Por ejemplo, en la Universidad Estatal el costo de un almuerzo es de $ 2,50; mientras que en la Universidad Católica promedia los $ 3,50.
El presupuesto también varía según el hogar de los que provienen los jóvenes y el entorno de las instituciones educativas. Y, por último, de lo que sus padres puedan darles o de lo que consideren suficiente.
Así, Ivette Aguirre, de 21 años y estudiante de la Universidad Politécnica Salesiana, semanalmente recibe $ 25 para copias, comida y pasajes. “Vivo en La Aurora (norte) y luego de un largo día que más quisiera que tomar un taxi, pero prefiero comprar un almuerzo de $ 2,50 e irme en metrovía y bus”, comenta.
“Casi todos tenemos ese problema, no contamos con mucho dinero y la situación empeora en la semana de exámenes, porque suelo tomar taxi para llegar a tiempo”, afirma Kayla Sánchez, alumna de octavo semestre de Derecho en la Universidad Laica (particular).
Los estudiantes comparten con sus compañeros sus experiencias y las estrategias cuando el dinero ya no alcanza. Antonella Vázquez opta por regresar en el vehículo de una amiga cuando las clases finalizan después de las 21:00. “Normalmente me movilizo en bus y metrovía, pero a esa hora ya me da algo de temor”, explica.
Una de las alternativas más creativas la aplica Gabriela Ibarra, estudiante de Medicina en la Universidad de Guayaquil: ella prefiere intercambiar sus conocimientos por comida. “Me gustan mucho las empanadas y cuando estoy con lo justo, me quedo hasta más tarde dando clases”, dice la joven, quien proviene de otra provincia.
Es que aprobar esta ‘materia’ es realmente indispensable para no perder el año. No en vano la deserción estudiantil por dificultades económicas es un aspecto presente en todas las universidades.
Los de provincias gastan más
Aunque los alumnos locales tienen egresos, los jóvenes de provincia deben lidiar con la escasez y soledad. “Vivo sola desde hace cuatro años y cada semestre realizo el mismo ritual para que no me falte nada”, manifiesta Karen Solano, proveniente de Huaquillas y estudiante de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol). Juan Diego Rosales, quien viene de Esmeraldas, atraviesa por las mismas necesidades, debe cuidarse solo. Hace un año le suspendieron su beca estudiantil en la universidad , por lo que debe costear la pensión de su carrera, así como el alquiler de una habitación. El joven recibe semanalmente $ 30 que le envían sus padres. “ Mi presupuesto estudiantil es de
$ 1,20 diario. No suelo gastar en comida cuando vengo a clases, solamente en bus porque vivo lejos, prefiero ahorrar en caso de necesitarlo en una emergencia”.