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Mirayma escribe como cualquier otro, pese a sus limitaciones.Napoleón Domenech

¡Con la lengua chatea y hasta llama!

La quevedeña, que sufre de parálisis cerebral, aspira a ser una ingeniera en sistemas y no una carga para su familia. Le gustaría ser animadora de eventos, asegura.

Aunque a la quevedeña Mirayma Lissete Cabrera Sánchez, de 28 años, la vida le quitó la fuerza en sus extremidades, le dio dos ‘armas’ muy poderosas: la voluntad, para luchar, y la boca, para escribir.

Desde que nació padece de parálisis cerebral. No obstante, esto no ha sido un impedimento para que desarrolle su inteligencia. Ella es despierta y sueña como cualquier otra joven de su edad.

Por eso un día se propuso que su boca serviría para algo más: hacer las veces de sus manos. Así ella puede tomar una pluma y escribir en un cuaderno. ¡Pero no es solo eso, también chatea o llama!

De ahí que no es extraño que coloque un WhatsApp a sus amistades o llame por celular a su familia. Pese a su impedimento, nada frena sus intenciones de usar la tecnología y aprovechar las redes sociales.

Para demostrar su destreza escribió en una hoja de cuaderno: “Mi ñaña Ligia y yo juntas en las buenas y en las malas”.

La familia le ha inyectado apoyo incondicional, le levanta el ánimo y día a día le da las fuerzas necesarias para seguir luchando.

Gracias a esa unión familiar llegó a ser abanderada en la escuela y se graduó como bachiller polivalente en informática, con una calificación de 8.59.

Mirayma Lissete recibió a EXTRA en su casa, en la ciudadela El Recreo, del cantón Durán, con una gran sonrisa.

Sentada en su silla de ruedas, con un rosario blanco atado en la parte posterior de su ‘auto’, la riosense contó que, por instinto, aprendió a escribir de esa manera.

Las cosas han sido duras desde niña. Sin embargo, ella quiere tener un título profesional en ingeniería en sistemas para trabajar y no ser una carga para su madre y su hermana.

En los Cabrera Sánchez son solo dos hermanas: Ligia Elena, licenciada en Contabilidad y Auditoría, y Mirayma.

Ligia, madre de tres hijos, antes vivía en El Coca, Oriente ecuatoriano, por trabajo, pero hace dos años regresó a su hogar para atender a su pariente. Su mamá, Cándida Sánchez, tiene un quebranto en su salud y necesita reposo. “La atiendo, le doy mi cariño, mi amor, y nos llevamos muy bien”, dijo la mujer, mientras reveló que su progenitora es quien ha sido también padre para ellas, pero no tuvo los recursos necesarios para continuar con la educación en la universidad de Lissete. El papá no vive con ellas.

Ambas llegaron desde Quevedo a Durán hace 23 años y allí se quedaron a vivir.

“Lo que más anhelo es que alguna institución superior la pueda ayudar a mi ñaña para cristalizar su sueño de ser una profesional”, sostuvo.

DATOS:

Por la pobreza de su familia, espera el apoyo de alguna institución para estudiar en la universidad.

La lengua es su herramienta para chatear por WhatsApp con sus amistades y llamar por celular a su familia.