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Diario Extra Ecuador

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Irma Once, la mujer de todos los colores

La artista realiza su segunda exposición individual en la Casa de la Cultura, una muestra de 30 cuadros que inmortalizan su pasión por la pintura.

Irma Once, en la sala donde hoy exhibe sus trabajos.

Irma Once, en la sala donde hoy exhibe sus trabajos.Amelia Andrade / Extra

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La bebé llegó. Fue la sexta de nueve hijos y la mayor de las hembras de Vicenta Cevallos, quien lloró cuando la vio con aquella malformación en los brazos.

Pensó que no iba a poder cuidar al resto de sus hijos correctamente por la urgencia de atención que requería la niña, creyó que la pequeña no podría valerse por sí misma; pero la bebé la sorprendió y a los ocho meses agarraba la cuchara con los muñones que tiene como manos.

Vinieron otras bofetadas en el camino, como la necesidad de que la nena entre tarde a la escuela, en la Sociedad Ecuatoriana Pro Rehabilitación de Lisiados (Serli), porque ninguna otra entidad quería aceptarla. Para entonces, allá cuando la bebé era una niña de 8 años, ya sabía leer, sumar y escribir gracias a Vicenta. A pintar aprendió sola.

Hoy Irma Once tiene 42 años y monta su segunda muestra individual en la ciudad. Fragua de colores le puso a los 31 cuadros que exhibe en la Casa de la Cultura hasta el próximo 6 de septiembre.

Llegó adonde quiso

A su madre nunca le simpatizó la idea de que se convierta en artista. Por eso, cuando le dijo que quería entrar al Bellas Artes, se hizo a un lado y mandó: “Hazlo sola”. Y allí fue de nuevo la nena, como cuando tomó la cuchara a los ocho meses.

Carpeta en mano, mente en sueño. Para entonces había estudiado en el colegio Provincia del Azuay y un grupo de profesores de ese plantel la apoyó, a veces con los materiales, otras incluso con los pasajes.

Fue la primera en aprobar el examen de admisión en la escuela que le dio las técnicas para perfeccionar el arte con el que nació, la pintura.

“Nunca entendía por qué la gente me decía ‘pobrecita’. No me sentí nunca ‘pobrecita’”. Sus ojos lanzan fuego de convicción. Está parada frente a sus cuadros, en un salón donde la madera del piso brilla como espejo, como ella misma.

El éxito que emana su voz asoma en su perfil profesional también. Obtuvo un premio filantrópica, otro de Dibujo y Pintura, una mención de honor y fue hasta Mejor bachiller de su promoción.

Sus cuadros

Irma ama los caballos, por eso es común hallarlos en sus propuestas. Pinta paisajes, oficios, personas, pero los caballos serán siempre sus favoritos. En uno de los cuadros que exhibe en la Casa de la Cultura hay uno que llama la atención. Lo hizo sobre la tela jean de un pantalón.

Pinta con óleo, con acuarela, con lápices de colores y con esfuerzo. Porque su trabajo como digitadora la limita; pero ella no deja de pintar. Lo hace como en rutina sagrada, todos los días, de 20:00 a 23:00 y de 05:00 a 06:00. El otro tiempo en que no trabaja lo dedica a sus cuatro hijos y un esposo que la acompaña adonde vaya, Darío Ayala, el hombre que eligió hace 19 años.

Fue ese hombre quien la empujó a armar sus exposiciones. En la Fragua de colores están los trabajos más recientes de la mujer de todos los colores.

El hombre de su vida, Darío

La ama. Se enamoró sin darse cuenta. Irma Once estaba viviendo en casa de una tía de Darío Ayala cuando él llegó de migrar hace 20 años.

Primero lo ayudó en un negocio que puso, luego le tocó cuidarlo cuando enfermó. Irma se enamoró secretamente y le dejaba notas anónimas. Cuando Darío lo notó, la buscó y le dijo que lo suyo era imposible. Que no se ilusione.

Pero él ya se había enamorado. A la primera señal de que un hombre se le acercaba, saltaba como león. “Cuando la celé me di cuenta”, sonríe. En ese momento le pidió matrimonio. Hoy son felices.

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