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Diario Extra Ecuador

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¿Qué tan contaminado por el fantasma del narcotráfico está Ecuador?

Desde que Walter Arízala se mostrara al público violentamente, una serie de rumores han circulado alrededor de su imagen. Nada se ha concretado sobre su verdadera identidad, si en realidad es ecuatoriano o colombiano e incluso si en efecto está al mand

A Walter Arízala, conocido como Guacho, se le imputa el secuestro y asesinato del equipo periodístico de El Comercio. Ocupa el primer lugar entre los más buscados del país.

A Walter Arízala, conocido como Guacho, se le imputa el secuestro y asesinato del equipo periodístico de El Comercio. Ocupa el primer lugar entre los más buscados del país.Archivo

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Desde que Walter Arízala se mostrara al público violentamente, una serie de rumores han circulado alrededor de su imagen. Nada se ha concretado sobre su verdadera identidad, si en realidad es ecuatoriano o colombiano e incluso si en efecto está al mando de un nutrido número de hombres en el denominado Frente Oliver Sinisterra (FOS).

La causa, para expertos que analizan la temática, es la debilidad del trabajo de un equipo especializado de Inteligencia en territorio ecuatoriano. Por ahora, lo único seguro es que Guacho —como se lo llama— tiene una activa participación dentro de la cadena de narcotráfico que se asienta en la frontera entre Ecuador y Colombia.

Las autoridades del país cafetero lo vinculan al cartel mexicano de Sinaloa, quienes también hicieron noticia tras los atentados terroristas atribuidos al disidente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Supuestamente existe la petición de que a Guacho le den ‘vire’. Pero como todo, solamente ha quedado en chismes que se hacen virales, sin la aclaración o verificación de las autoridades de ambos países.

Pero, ¿desde cuándo existe este nexo entre colombianos y mexicanos?

Las relaciones entre grupos delincuenciales de ambas naciones datan de la década de los noventa. Y para entenderlo, es necesario hacer una división de lo que ha venido ocurriendo tanto en Colombia como en México, desde comienzos del 2000.

En el primer país, según la organización de análisis Insight Crimen, se ha podido identificar a una nueva agrupación de narcos: Los invisibles. Para ellos, la ostentación no está dentro de sus cualidades y más bien se ocultan con la fachada de empresarios para que su negocio prospere.

A decir de la institución de estudio, los actuales criminales surgen como una suerte de supervivientes de los carteles más antiguos, liderados por Pablo Escobar y otros actores. Además, para que esta actividad se haga perpetua, llegan los hijos de Los invisibles, quienes toman las riendas de todo el ambiente ilícito heredado por sus padres.

Un segundo actor son los grupos violentos más evidentes: disidentes de las FARC —como en el caso de Arízala—, bandas que se formaron tras el debilitamiento de las agrupaciones mafiosas llamadas ahora Los Urabeños, Águilas Negras, entre otras.

El tercer eslabón de la cadena es la mano de obra subcontratada: Está conformada por “subcontratistas especialistas, sicarios y pandillas. Algunos nodos o células en este segmento cumplen funciones especializadas, como las cuadrillas que manejan los laboratorios de cristalización y algunos sicarios que pueden trabajar dentro y fuera de Colombia”, indica Insight.

Ahora, para que todo haya cambiado y se internacionalizara el crimen, diversos factores han impulsado el fenómeno. Uno de ellos, por ejemplo, fue el llamado Plan Colombia (1999), el cual perseguía el trabajo ilícito de los narcos. Pero quienes lo pusieron en marcha no contaron con que habría un giro total en la producción, lo que hizo que los cultivos ilícitos sufrieran una expansión.

Dos años más tarde, los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos hicieron que las políticas fronterizas cambiaran. Fernando Carrión, docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Social (Flacso), con sede en Quito, dijo que esto propició la apertura de la frontera terrestre con México.

Antes de los ataques terroristas, Florida era un paso ideal para los fines de los capos. Pablo Escobar lo usaba como punto de llegada de su mercancía ilegal a través de aviones privados. Dicha apertura hizo que estas dos mafias tuvieran un cambio en sus estructuras. Todo esto, sumado a la crisis mundial financiera de 2008.

En el caso de los mexicanos, antes controlaban expresamente las rutas de entrega. Los colombianos, en cambio, se encargaban de la producción. Ahora, los factores expuestos causaron una suerte de encuentro entre ambos para que el mercado de la droga se diversificara.

Es por ello que carteles como Sinaloa y Jalisco Nueva Generación hicieron su parada en Colombia, a decir de Carrión. El especialista indica que estos movimientos mafiosos tienen presencia en 51 países, con un dominio de más de 3.000 empresas.

Aunque con esta internacionalización del tráfico de drogas se han visibilizado aún más a otros actores en Latinoamérica como la mafia italiana. El miembro de la Flacso señaló que la Ndrangheta y la Cosa Nostra son poderosas organizaciones que están presentes en prácticamente todos los países del sur del continente. A ellos se unen los rusos y chinos, así como los narcos catarinenses de Brasil.

¿Y el Ecuador?

Pues Carrión manifiesta que las grandes corporaciones narcodelictivas tienen puesto sus ojos en el país por su posición y son cuatro puntos por donde se comercian las drogas: el primer grupo lo integran Manabí y Guayas; la otra zona es Esmeraldas, por San Lorenzo. Le sigue la zona central de la serranía y la Amazonía, encabezada por Sucumbíos.

Otras incidencias

Mario Pazmiño, exjefe de Inteligencia del Ejército, hace un recuento de los grupos armados ilegales que se disputan la frontera. Entre ellos están el Clan del Golfo, Guerrillas Unidas del Pacífico, Ejército de Liberación Nacional, la agrupación La Empresa, Los Negritos y Columna Gaula, Gente de Orden.

El exoficial manifiesta que las mafias rusas y chinas operan internacionalmente hacia territorio ecuatoriano. “Estas ya operaban hace mucho tiempo atrás y se dedican al lavado de dinero así como la compra bienes inmuebles y tráfico de personas”, acota.

Pazmiño indica que estos grupos toman contacto con estructuras del crimen organizado. Por ello, existe ese nexo entre los movimientos ilícitos en la frontera y los delincuentes de procedencia rusa o del país asiático. Pero eso no quiere decir que gente de Rusia o China se haya asentado en los límites políticos internacionales con Colombia, según el exlíder de Inteligencia militar.

Es aquella mezcolanza en la que surge la pregunta ¿puede llegar una violencia como la vivida en México?

Christian Arteaga, investigador que perteneció al Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), ve en Ecuador un panorama un poco más positivo. Esto porque, a su criterio, hay organismos de control que no se han visto tan contaminados por el fantasma del narcotráfico.

Algo que, según el analista, no ocurre en México. Arteaga explica que en el país azteca estos delitos se han infiltrado de tal manera que es muy complicado saber si, por ejemplo, un policía está o no ligado con los narcos.

Además, agrega que la situación geopolítica mexicana con respecto a Estados Unidos hace más propicio que estos hechos ilícitos se den con mayor facilidad. “Esto (los hechos en frontera) debe ser un escenario de alerta para cualquier decisión a tomarse”, precisa.

Aunque para él, solo se está viendo la punta del iceberg. Hay que entender que las transnacionales del crimen y sus derivados como trata de personas, entre otros delitos, no actúan de un modo normativo. Es decir, el enemigo que, de algún modo se quiere visibilizar y combatir, no es un grupo tradicional como un ejército en el pasado.

Sino que maneja la cuestión de la ubicuidad y significa que se encuentra en todos lados. Hay máscaras y aparatajes —como narcoempresario— que impiden a un Estado localizarlos fácilmente. Es decir, que los delincuentes están muy bien camuflados y no tienen una imagen definida a la luz pública o de las autoridades.

Se debería analizar el tema de la legalización

Arturo Torres, periodista y autor del libro El juego del camaleón: los secretos de Angostura, considera que las alertas que ahora ‘explotaron’ públicamente fueron ya anunciadas a través de los medios de comunicación.

Sin embargo, son cuestiones que las autoridades no han tomado en cuenta. Con la muerte del equipo de El Comercio, se mostró un desenlace de algo que se acumuló durante décadas.

Para Torres, un combate frontal a esta problemática se la debería ejecutar con el apoyo de otros países. Por que un Estado, si actúa solo, no podrá luchar contra esto. Considera además que ya es tiempo de que sobre el tapete de la opinión pública se debe colocar el tema de la legalización de las drogas. Pero un análisis serio, sobre lo que implique la despenalización.

Ricardo Camacho, analista de seguridad, coincide con este criterio. Aunque para llevarlo a cabo, se tiene que primero hacer un análisis complejo de lo que esto implica: “Se debe recurrir a un gran diálogo nacional, en donde intervenga hasta la academia”, a su modo de ver. Como ejemplo tomó a Uruguay, en donde se legalizó la marihuana, aunque fue el pueblo el que tomó la batuta de su aprobación.

Camacho dice que no se debe tomarlo a la ligera. Los estudios también deben tener a gente experta y no a improvisados. Es decir, que las instituciones tienen que avalarse como idóneas al punto de tomar decisiones tan delicadas y de trascendencia.

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