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Diario Extra Ecuador

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José Delgado: “¡Visité la tierra de los ‘zombis’!”

El periodista conoció de primera mano cómo se vive en las zonas afectadas por la adicción a las drogas.

José Delgado tuvo que cubrir su rostro para pasar como un consumidor más de una comuna.

José Delgado tuvo que cubrir su rostro para pasar como un consumidor más de una comuna.Jimmy Negrete / Extra

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En un lugar del Guayas, ‘de cuyo nombre no quiero acordarme’, encontré el sitio en donde decenas de seres humanos sufren las nefastas consecuencias del uso y el abuso de las drogas. Lo llamaré ‘zombi-landia’.

Pese a que cerca a ese sitio pasan a montones viajeros y turistas para disfrutar de su descanso, muchos no imaginan que, a solo a unos metros, las cosas son a otro precio. Personas de toda condición y origen deambulan como ‘zombis’ llevadas por su enferma adicción a las sustancias prohibidas.

La sección ‘Así lo viví’ y mi programa de televisión se metieron allí para sentir el drama que muchos sobrellevan. No era tarea fácil. Solo queríamos saber si, en realidad, en este mundo todo es blanco o negro, bueno o malo... o, también, hay un aliento de esperanza.

Luego de obtener información me confundí entre el maremágnum de adictos que hacían cualquier cosa en el lugar para obtener una dosis. Me di cuenta de que muchos de los jóvenes allí presentes se han convertido, primero, en esclavos de las drogas y, después, tal vez en ‘huéspedes’ de un cementerio.

Puertas del infierno

Al llegar alguien me ofreció ‘el tiquete para mi viaje’, la dosis. Mi identidad la protegía una chompa con capucha, gafas, gorra y la determinación de saber de que tenía que regresar con el deber cumplido. Informar lo humano de lo inhumano.

-“Ñañito, ¿qué necesitas?¿‘Lo tuyo’? El sujeto se acercó y con familiaridad me ofreció lo que sé, sin duda, ha matado a millones alrededor del mundo. No daba para hablar del pánico. El hombre me ofreció un ‘coctel’.

-¡Dios mío! ¿Dónde me metí? Pensé que como cronista callejero he sido avezado, pero que esta vez sí necesitaba más que de la buena suerte... ¡De la mano de Dios!

“Pana, soy el propio, lo que tengo te va a poner bonito. Dime si quieres una porción o te hago un combinado como si fuera un ‘banderazo’. Habla, tú decides qué deseas”, dijo.

No supe qué contestarle. Seguía preso de los nervios. Sentí pesar por las decenas de personas que vi allí y no pueden decir un “No” . Al mismo tiempo pensé que podrían descubrirme. Mis pensamientos se confundían. Pero, era tarde, las cartas ya estaban echadas. Le dije que tenía un par de dólares.

“Mi brother, ponte una lata más y te traigo un poco de ‘variedad’’ para que veas que aquí se te trata bien”. Ante la afirmación miré a lo lejos para situar el carro en el que se encontraban mis compañeros. La realidad me era molesta y buscaba un ‘Plan B’, es decir, si me tocaba abortar el cubrimiento lo haría...

Sin pensarlo mucho me dispuse a dar por terminada mi visita ‘a la tierra de los zombis’ . Se me antojó que el asunto podría tornarse de vida o de muerte... Confieso que tenía un miedo colosal pero -decidido- no di marcha atrás. La inmersión periodística había perdido ‘la retro’. ¡Para adelante!

Tres minutos después el mismo sujeto regresó. Como si nada, sacó el ‘asunto’. Le afirmé: “No, pana, solo tengo lo que te dije”. No me dijo nada y se fue. Descansé.

Siguió la experiencia que me llevaría a conocer a otro ‘contacto’, quien se puso a las órdenes, según él, para darme “la mejor del mercado, la que acaba de llegarme”. “Mi yunta, no te habrás dejado cuentear por mi amigo, es buen dato, pero lo que te trajo es ‘basura’. Te puedo hacer un combo buenísimo”.

Me pidió plata para ir a ver la mercadería. Todo esto se daba en una especie de canchón donde se distribuye y consumen estupefacientes a diestra y siniestra. Todo repleto de gente.

“¿Cómo llega la ‘merca’ a este lugar?”, me pregunté. Aún es una incógnita para muchos, entre ellos, los habitantes del sitio quienes hasta hace apenas 5 años vivían pacíficamente. Sin embargo, hoy por hoy puede decirse que ‘zombilandia’ colonizó todos los espacios.

Dolorosa realidad

Mientras caminaba no perdía de vista el vehículo. A mi alrededor daban vueltas sujetos tatuados y en motos. Por un momento sentí que había perdido el control de la situación.

Después de todo en este sitio a los extraños siempre se les “pela el ojo” y yo no tenía por qué ser la excepción.

Por momentos pensé que meterme debajo del puente de esta zona podría terminarlos convenciendo de que era otro enfermo más del montón. Permanecí por un momento, pero luego preferí salir porque recordé que había hecho reportajes donde a los extraños los atacan y los roban.

Al salir, un sujeto me escuchó que tosía y me preguntó si andaba “moneado”. “¿Oye pana, te duelen los huesos, por eso estás enchompado o nos estás haciendo la judía? Mi brother, míralo bien, cuidado es algún paco camuflado”, dijo alguien.

Una y otra vez mientras fingía que tosía, bajaba la cabeza, temía que descubrieran quién era y las reacciones que esto podía suscitar. El alivio me llegó cuando uno de ellos dijo: “Tranquilo, el gordo no tiene pinta de paco, anda enfermo ya debe tener perforado el pulmón. Mi pana, tosa por otro lado”.

Me pidieron más plata para traerme sustancia, pero ahora, de yapa, me pidieron compartirla. “Mi pana, fúmatela ahora o si no me la fumo yo”. Uno de ellos le dijo: “Qué, estás loco, habla bien, quieres que los pacos se den cuenta y nos corran, déjate de nota. Oye gordo o como te llames, sácatela y ándate a fumar a otro lado, no pitees la zona”. Ahí supe que tenía que irme porque podrían darse cuenta que estaba infiltrado.

Estoy consciente de que una mayoría de los que están ahí no son más que víctimas de una cruel realidad. Son personas que sufren, que ríen o que lloran. Una obviedad que, por este trabajo, estaba palpando de frente, sin intermediarios.

En las horas que permanecí solo observé vidas al borde de un abismo. Reflexioné que en muchos sitios es más fácil conseguir drogas que pan. ¡Qué triste!

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