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Sus senos le salvaron la vida
Lorena Pazmiño guarda un pasado relacionado con el mundo de las drogas y una amarga experiencia que puso en peligro su vida. El 6 de julio de 2010, un sujeto le disparó siete ‘balazos’ y su vida cambió para siempre.
Lorena Pazmiño acude un templo evangélico todo los días. Al dejar su casa, en el sur de Guayaquil, lleva consigo un un bolso y una Biblia. La mujer de 40 años se traslada en una moto roja para llegar al sitio.
Pazmiño guarda un pasado relacionado con el mundo de las drogas y una amarga experiencia que puso en peligro su vida. Su amigos de ese entonces la llamaban ‘La negra’. El 6 de julio de 2010, un sujeto le disparó siete ‘balazos’: cuatro proyectiles —calibre 9 milímetros— impactaron sus senos. Las balas también alcanzaron sus brazos y su pierna derecha.
Para esta mujer de carácter fuerte, recordar esta fecha significa que un individuo no logró eliminarla ‘a punta de bala’, pero también que Satanás quiso llevarse su alma y Dios la salvó. Lorena tenía 32 años entonces. Estaba parada en una esquina de las calles Sucre y Guerrero Martínez, suroeste de la ciudad, mientras consumía marihuana con su amigo ‘Chepa’.
En pleno ‘vuelo’ apareció un auto gris, del que se bajó un hombre de raza afro. Ella creyó que se trataba de un policía y siguió consumiendo el estupefaciente hasta que el sujeto se acercó y sacó una pistola. Lorena no tuvo tiempo de correr y recibió un tiro en el pecho.
Debido al impacto se estrelló contra una pared de hierro. Allí quedó sentada y el hombre le pegó seis tiros más. Lorena no perdió el conocimiento: decidió fingir que estaba muerta hasta que el desconocido se alejó del lugar.
La gente del sector se aglomeró alrededor de ella. Pazmiño, bañada en sangre, preguntó a estas personas si dentro del grupo había alguien cristiano para que le ore. De la multitud salió un hombre que tenía una Biblia en las manos, era un pastor llamado Jhonn.
Lorena estaba consciente sabía que “había hecho muchas cosas malas en su vida” y no quería morir llena de pecados. “No me quería ir al infierno”, reveló. El predicador que le oró, apretó su mano y le dijo que no moriría. “Eso fue de Dios”, puntualizó.
Cuando llegó a una casa de salud, el médico que la revisó confirmó que no iba a morir y que el sicario valía ‘tres atados’. Él le dijo sus grandes senos le habían salvado la vida. En medio de la angustia, Lorena prometió a Dios que si la sacaba caminando del hospital, le serviría y perdonaría a quien intentó matarla.
La gente del sector acompañó a ‘La Negra’ al hospital donde le realizaron los primeros auxilios. Luego la trasladaron a otra casa de salud para operarla y sacarle las balas. Cuando regresó a casa se olvidó de su promesa: durante tres años consumió drogas, aunque con menor intensidad.
Al descubrir que su hija mayor estaba atrapada en el mismo vicio, salió descontrolada a la calle. Llegó a una iglesia cristiana, se paró en la puerta y lloró. En ese momento decidió realmente seguir ‘el camino divino’. Ahora, junto a su esposo, ella trabaja para mantener su hogar. Él trabaja como taxista y ella como comerciante de ropa.
La historia de su vida
Lorena se crió en medio del ilícito negocio del microtráfico, con cuyas ganancias sus padres la mantenían. Vivió en un barrio donde los adictos consumían en las veredas y dormían al pie de los portales de las casas. Mientras crecía vio como su padre —un hombre violento y adicto a las drogas— le pegaba a su madre.
Sin embargo, un día se metió a defender a una mujer que era golpeada por su marido, este sacó un arma y le pegó cinco tiros: “Yo tenía ocho años y aquel día jugaba en la calle, ví cómo ese hombre le pegó los primeros tres tiros”, señaló exaltada.
Narró que su padre herido se levantó y se agarró de las rejas de las ventanas de una casa, pero el individuo le pegó dos tiros más hasta dejarlo muerto. A consecuencia del negocio ilícito su progenitora cayó presa. “Nos quedamos a cargo de una allegada”, señaló a la vez que reveló que esta allegada les hacía realizar tareas y los castigaba fuertemente.
Cuando Lorena se hizo de compromiso, la historia de maltrato se repitió: su marido la golpeaba por cualquier motivo. Una mujer como ella no era fácil de doblegar, hacía lo que quería. “Me iba a bailar y el me pegaba en la calle, me arrastraba o trataba de ahogarme”, contó.
Para huir de su pareja aceptó la invitación de una amiga para viajar a España. En este país durmió en parques, pero luego logró encontrar trabajo como doméstica, cuidando adultos mayores o sacando a pasear a los perros. Más cuando se quedó sin empleo, se dedicó a robar ropa en almacenes.
Entre esos, una joyería de la se sustrajo un paño rojo con joyas. El paquete se lo metió entre las piernas, pero no se dio cuenta que habían alfileres los cuales se le incrustaron en la carne, esto le provocó sangrado. En el 2007 regresó a Ecuador. Sin trabajo se dedicó a consumir marihuana.
En su retorno se encontró con viejos conocidos. Uno de ellos fue un sujeto apodado ‘Pistolete’, quien fue su rival en el mundo de las drogas. Según los comentarios de los curiosos que la rodearon aquel 6 de julio, habría sido él quien la atacó. Pero Lorena prometió a Dios no poner denuncia si salía caminando del hospital.