Exclusivo
Actualidad
Martha y Klaas: El amor no sabe de diferencias
En esta historia de amor; la estatura, el idioma y las costumbres no importan. Él es holandés y casi alcanza los dos metros. Ella es guayaquileña y por una enfermedad genética solo llega al 1,37.
Ella desde Ecuador y él desde Holanda, coincidieron en el lobby de un hotel de San Francisco (California) en 2014. Ambos estaban de vacaciones. Un impulso desconocido que derribó idiomas y prejuicios, los animó a hablarse en un inglés entrecortado.
Un año después ya eran novios por Facebook. Por ahí se conocieron en ‘spanglish’, se enamoraron y apostaron por un futuro que arrancó con un “sí acepto” en Guayaquil, el 7 de julio de 2019.
Ella es Martha Cortez (37), pero en casa responde por “princesa”, es guayaquileña, diseñadora de páginas webs, amante de los ritmos tropicales y muy poco de la cocina. Él es Klaas Bosma (44) o “príncipe” para ella, nació en Groninga y se mudó a nuestro país por Martha; es abogado, aficionado al rock y fan del ceviche.
Su amor es evidente tanto en una entrevista como en una pista de baile o en las caminatas que acostumbran realizar por Las Peñas. También a la hora de acoplarse para que los 56 centímetros que distancian sus bocas no sean notables.
A ellos los miran siempre. Cuando pasan, la gente se codea sin disimular, pero dicen que es “normal”... Ni Martha imaginó un novio tan alto (1,93 metros), ni Klaas una novia tan pequeña (1,37 metros).
Él es alto por herencia; ella es “pequeña” porque nació con el síndrome de Turner, una condición que solo afecta a las mujeres (una en 2.500) y que produce efectos como la baja estatura.
La causa radica en el cromosoma X. Normalmente, las personas al nacer tienen dos cromosomas sexuales: los niños, el X de la madre y el Y del padre; y las niñas, dos cromosomas X heredados cada uno del padre y de la madre. Cuando uno de estos dos cromosomas X no está o está solo parcialmente, surge este síndrome.
Estas anomalías genéticas pueden ser generadas por un error en el espermatozoide del padre o en el óvulo de la madre, porque se produce una división celular en el feto.
Las consecuencias de padecerlo son muy variadas y van desde síntomas prácticamente invisibles, como los problemas de tiroides y osteoporosis de Martha, hasta los claramente percibidos, como un crecimiento extremadamente lento que deriva en una baja estatura. Además, un problema generalizado: esterilidad.
Por el Turner, Martha no podrá tener hijos con Klaas. Sin embargo, para él “una familia de dos es suficiente”.
Por el Turner también se le ha dificultado tener amigos. En la escuela no sufrió de bullying, pero sí de soledad. Todos los recesos los recuerda sola; incluso en su etapa universitaria, rara vez hizo trabajos grupales.
Y no era cuestión de personalidad. Eso lo confirma Klaas: Ella es muy cariñosa, divertida y cargosa. “Puede ser que me veían como alguien frágil o muy menor, asumo que por mi estatura. Yo sí me esforzaba por agradarles”, agrega Martha.
Pero esa soledad se acabó. Además de a sus padres y hermanos, tiene en su vida a un holandés de ojos azules que además de ser su esposo también es su mejor amigo.
Si ella quiere bailar salsa, él baila así sea con “dos pies izquierdos”. “Y si quiero cambiar los focos también lo tengo a él”, bromea.
Martha no solo tiene una historia de amor que contar, también una causa por la cual luchar como vicepresidenta de la Fundación Ecuatoriana para Ayuda al Síndrome de Turner (Fepast).
Busca visibilizar este mal que es parte de la lista de ‘Enfermedades catastróficas, raras o huérfanas’, definidas por el Ministerio de Salud, pero de la cual no existe un censo oficial. Quiere que más niñas sean diagnosticadas a tiempo, que no crezcan “de hospital en hospital” como ella y tengan acceso gratuito a la hormona de crecimiento, la cual en su infancia no se conocía en el país y que le habría permitido alcanzar al menos siete centímetros más.