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Ángeles terrenales de los enfermos
En la sala de espera de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), los familiares de los pacientes luchan por no perder la esperanza. Pero un grupo de voluntarios del Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM), en Quito, ayuda a que su fe y su espíritu se forta

Los martes y jueves, 19 voluntarios tienden su mano a los pacientes del Hospital Carlos Andrade Marín. Además de cuidarlos, también los guían espiritualmente.
En la sala de espera de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), los familiares de los pacientes luchan por no perder la esperanza. Pero un grupo de voluntarios del Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM), en Quito, ayuda a que su fe y su espíritu se fortalezcan en los largos silencios de expectación.
María del Carmen Rosero, de 63 años, es ministra extraordinaria de la Iglesia católica, una de las más entusiastas para que el voluntariado funcione como un potente corazón. “Vivimos de lo que Dios nos pague”, comenta. Los voluntarios trabajan los martes y jueves en el hospital. Su vida es la solidaridad.
Las tareas se distribuyen entre la UCI, Ginecología, Cardiotoráxica, Gastroenterología... Patricio Pilco, de 57 años, tiene una explicación matemática para justificar su labor. “Un día de Dios es como mil años en el mundo. Si un hombre vive 100, son 2,40 horas en el día del Señor”. Para él, destinar unas horas a la solidaridad es un tiempo mínimo a los ojos del Señor...
Carmita, meticulosa, anota en una libreta los nombres de los enfermos asilados en los 16 cubículos del ala sur y los 19 del ala norte de la UCI. Es su forma de hacerles un seguimiento. “Cuando desahucian a una persona, es un momento muy duro, pero Dios tiene la última palabra”, sentencia Ana Romo, una voluntaria de 66 años.
Inicios complicados
Los voluntarios autosustentan su trabajo. Pero desde que el mentor de su trabajo, el padre Reinaldo Franco, se fue a Calderón (Manabí), las ceremonias y los recorridos por los lechos de los enfermos son más esporádicos.
Franco, con limosnas y donativos, les consiguió los uniformes y los mandiles. Ahora, su preocupación es lograr que un sacerdote esté a tiempo completo en el hospital. El cura recuerda que no fue fácil iniciar el voluntariado en el HCAM: “Se hizo a base de mucho recibir desprecios y muchas puertas cerradas”. Sin embargo, reconoce que las trabas les sirvieron para poner más empeño. “El deseo es hacer lo mismo en todos los hospitales del país”, añade.
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