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Las sillas que hace son con materiales reciclados e incluso se usan tubos de coches para bebés.Fotos: Angelo Chamba, Hamilton López y cortesía / EXTRA

Los animalitos tienen sus guardianes

Dos rescatistas independientes se dedican a construir casas así como sillas de ruedas para perros en situación vulnerable.

Kissy se soltó de la correa que la mantenía dentro de su casa, en San Carlos (norte de Quito). La perrita, de raza cocker, corrió hacia la calle y un auto la atropelló.

Sobrevivió, pero tuvo diversas heridas. La de su lomo fue la más complicada. “Me dieron la noticia de que tenía una fractura en su columna y no volvería a caminar”, relata Gonzalo Albán, dueño del animalito.

La opción era dormirla, alternativa que se descartó por el amor que el hombre tiene por su mascota. Corrió a su vivienda y revisó por Internet la manera en la que podría ayudar.

“Me contacté con unos doctores que fabricaban sillas de ruedas. El costo era muy elevado”, cuenta, calculando que un artículo de esa clase costaba 300 dólares.

Albán no se quedó quieto. Siguió investigando hasta que tomó la iniciativa de hacer una caminadora para Kissy. Tomó tubos plásticos y con ruedas que sirven de guía para aprender a manejar bicicletas quedó todo listo.

Fue desde entonces que el hombre encontró el motor para ayudar a animalitos que están en estas circunstancias. Ya sea por vejez, accidentes o enfermedades, Albán está dispuesto a buscar coches para bebés o tubos metálicos livianos para la fabricación.

En esa misma línea de ayuda se encuentra Juan Rubio, un rescatista independiente a quien le conmueve ver a los perros que no tienen un techo donde protegerse.

Vive en San Antonio de Pichincha, norte de Quito, y su casa se ha convertido en el taller donde crea perreritas sencillas, pero con mucho amor. “Vimos que había demasiados perritos que no tenían dónde ser acogidos”, precisa.

También recurrió a las herramientas tecnológicas para informarse. Se percató de que había gente que hacía pequeñas viviendas con lonas y palos.

Copiaron la idea, aunque la madera generalmente la recogen de los viejos palets. Sus ‘clientes’ están dispersos en todas partes. Los localizan cuando hacen un recorrido por la urbe, viendo qué animal tiene mayores problemas.

Generalmente prestan su ayuda a las denominadas mascotas comunitarias. Estos son canes que están bajo el cuidado de los moradores de un determinado barrio.

Es así que se trabaja. Rubio y sus ‘panas’ piden los materiales a los mismos residentes y a cambio le hacen las casitas a las mascotas.