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La esperanza viaja en ‘bici’
Ahogados por la crisis en su país, los músicos decidieron emprender la travesía con menos de 300 dólares, poca ropa, pero con ilusión de días mejores en Quito, donde vendieron empanadas para sobrevivir.

La imagen que inmortalizó su proximidad a Quito, su destino final. Pasaron solo una noche en Imbabura.
Ochocientas dieciséis horas. Treinta y cuatro días. Cuatro semanas y media. Un mes para atravesar 1.700 kilómetros en bicicleta, la distancia que separa a Venezuela de Ecuador. El tiempo y el espacio no obstaculizaron la misión de Luis Lamus y John Jairo Gómez: alejarse de la crisis, aunque sea por un momento.
El 4 de enero abandonaron Patiecitos, un pueblo a 35 kilómetros de la frontera con Colombia, sin fecha de retorno. Lucho empacó lo necesario: rompevientos, ropa de licra y una muda que usaría cuando no estuviera pedaleando en la ruta. John Jairo se llevó una cobija, tres uniformes de ciclismo y dos mudas extra. Además, metió en su maleta comida, herramientas para arreglar bicis y guitarras.
“Si allá pregunta por el ‘lutier de Patiecitos’ todo el mundo me conoce”, comenta con un acento en que pronuncia la S y la C como si fuera Z: cecea. En su país, este hombre menudo, de 33 años, se dedicaba a la lutería, el arte de construir instrumentos musicales. “Tenía mi clientela, mi trabajo estable. Pero dada la situación quería salir desde hace mucho tiempo”, explica, mientras el viento capitalino despeina su fino cabello negro.
“La mente siempre piensa en salir”, dice Lucho, de 30 años. El publicista y músico mide como 1.80. La piel de los brazos flacos y manos largas se despelleja por los efectos del sol. Frota sus ojos color miel y explica que también dejó un “localcito pequeño”, además de sus cuatro bajos.
Un medio de escape
En febrero pasado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos presentó el informe ‘Institucionalidad democrática, estado de derecho y derechos humanos en Venezuela’. En el análisis se expone que bajo el régimen de Nicolás Maduro la escasez y desabastecimiento de comida se agudizaron en los últimos dos años. “La producción de alimentos ha disminuido, los costos se han incrementado y existen limitaciones para acceder a ellos”, se advierte.
Los amigos descargaban el estrés a través del ciclismo. Sin darse cuenta se prepararon para cruzar fronteras a pedal; sobre todo en los últimos años en que la crisis política, económica y social golpea a la población venezolana. Lucho tenía 700.000 pesos colombianos ($244) y 50 dólares para la travesía. John Jairo “venía con los ánimos”.
La ruta de la ‘liberación’
Luis viaja en una bicicleta de aluminio azul con blanco que pesa, aproximadamente, 18 kilos. La de John Jairo es de hierro, blanca con negro y doble suspensión: muy pesada. Los venezolanos cotidianamente se movilizaban así porque no podían darse el “lujo de gastar la mitad del sueldo en transporte público”. Actualmente el salario básico es de 1.307.646 bolívares: menos de 10 dólares.
Para los viajeros, cada kilómetro, cada destino al que llegan, es una meta cumplida. Y la primera se concretó cuando luego de una fila de cientos de personas y ocho horas de espera pudieron pasar de San Antonio del Táchira (Venezuela) hacia Cúcuta (Colombia).
El reto en la primera etapa era llegar a Bucaramanga. Para arribar a la capital de Santander atravesaron sin problemas el Páramo de Berlín y descendieron 50 kilómetros. Ahí los esperaban amigos que los hospedaron y alimentaron durante tres días. En esa parada inicial compraron llantas.
Para llegar a su próximo destino, Bogotá, debían pedalear aproximadamente 400 kilómetros y pasar siete pueblos. La parte más fuerte de ese tramo era ascender el Cañón del Chicamocha, el segundo más grande del mundo, a 1.450 metros. Tras rodar por un paisaje seco de elevaciones, depresiones y curvas llegaron a Barbosa, en donde prefirieron desarmar sus vehículos y subir a un bus.
“Eran apenas 160 kilómetros, pero para no dormir en la calle resultaba más barato pagar el bus que seis comidas. En bici nos demorábamos dos días”, explica Luis.
En la capital colombiana se quedaron cinco días en casa de familiares y amigos que les regalaron dinero, ropa y comida sin saber que traería complicaciones... La maleta de John Jairo iba tan pesada que al salir de la ciudad las parrillas de madera que construyó se rompieron. Cargaba casi 35 kilos y, antes de embarcarse en una de las rutas más determinantes, tuvo que invertir la plata que le dieron en aditamentos para trasladar su equipaje.
Pedalear hacia el Alto de la Línea, en la Cordillera Central de los Andes colombianos, significaba ascender una carretera a 3.250 de altitud. “Cuando llegamos a esos climas nos afecta más”, explica el lutier.
Tras una acampada compleja, protegiéndose de la lluvia bajo unos pinos, salieron rumbo a Cali. En ese trayecto se animaron a descansar, por primera vez, en una zanja. Se cubrieron con la carpa como si fuera bolsa de dormir, pero nada impidió el ataque de los mosquitos. Al lado de la autopista despertaron con una vaca de acompañante. “Está tan mal la situación que uno agradece la experiencia de poder salir, despertar y oler a vaca”, reflexiona John Jairo.
Emocionados atravesaron de un tirón casi 130 kilómetros del Valle del Cauca, el tramo más largo. Por la inmensidad del paisaje infestado de caña sentían que la distancia no se acortaba. Fue tal el esfuerzo que al llegar a Cali se rompió el radio de la bici de hierro, la de John Jairo.
Después de dos días retomaron la ruta. Todo iba bien, pero cuando llegaron a Pasto, otra vez el ‘lutier de Patiecitos’ tuvo problemas. Esta vez, también por el peso, se partió el marco y corría el riesgo de quedarse sin asiento. Ya cerca de abandonar Colombia, un hombre, gratuitamente, les ayudó con la reparación, les dio hospedaje, comida y un poco de dinero.
Así conocieron Ipiales y visitaron la capilla de Las Lajas. Aprovecharon para ir a misa antes de arribar a Rumichaca. En la frontera colombo ecuatoriana esperaron casi seis horas para sellar los pasaportes.
Recibidos con ayuda
En Tulcán, se alojaron en un albergue “minado de venezolanos”. Salieron hacia Otavalo, pasando por El Juncal e Ibarra. Veinte kilómetros antes de llegar a la capital se rompió el tensor de la bicicleta de Lucho. “Y esa lluvia y ese frío como de 7 grados”, recuerda. Era 6 de febrero. Había pasado 1 mes y 2 días del extenso trayecto.
Mientras caminaban por la vía, en Calderón (ingreso norte a la ciudad), un conductor se detuvo y les ofreció ayuda. Empapados y sucios entraron al auto. El quiteño los llevó hacia La Floresta, en donde un amigo colombiano los acogió.
Para subsistir en Quito, al igual que miles de sus compatriotas, vendieron empanadas en las calles. Luis no pudo cumplir una de sus metas pactadas con John Jairo: subir al Cotopaxi. Él decidió volver a su país. Lo había anticipado cuando se le preguntó si regresaría, “todo el tiempo pensamos en retornar a Venezuela. Todos queremos volver”, respondió.
“Hay quienes llegan a Ecuador con un dólar”
¿A qué se enfrentan los migrantes venezolanos al llegar a Quito?
Discriminación: desde el acoso callejero, falta de acceso al trabajo, explotación laboral; y dificultades en el proceso de regularización. Para acceder a la visa Unasur, uno de los requisitos son los antecedentes penales que resulta imposible obtener apostillados desde Venezuela. Además, si están dentro del plazo deben pagar $250.
¿Cómo es la población que llega a Ecuador?
Hay perfiles. Entre 2015 y 2016, cuando empezó la inmigración masiva, eran profesionales de alto nivel, con varios títulos académicos, viajaban en avión y lograron regularizarse. A fines de 2016, el perfil cambió drásticamente. Las personas migraron sin planificación, era una población más empobrecida y se transportaba en bus. En 2017 esto se agudiza. Hay quienes llegan con 1 dólar, sin comer nada en el trayecto e incluso duermen en la calle.
¿La población venezolana aporta en la economía nacional?
Estamos desarrollando una investigación con el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) y los primeros resultados arrojan que la población informal gana entre 300 y 400 dólares al mes, trabajando de lunes a domingo. El máximo de remesas que va a Venezuela son 50 dólares. La plata se queda en Ecuador, no hay fuga de divisas. Casi toda la población que llega es económicamente activa.