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¡Los tricimoteros no fueron candidatos, pero cómo ganaron!
Choferes del pequeño vehículo ayer se hicieron la plata. El gran número de votantes en la avenida Casuarina aumentó la demanda del servicio.

Los usuarios de las tricimotos en el noroeste guayaquileño aumentaron. Se embarcaban en la avenida Casuarina. Les cobraban $0,25 y $0,50
En Guayaquil, un día de elecciones es común ver a conductores y peatones amargados. Todos quieren ir a votar pero el tránsito colapsa. Y a todas estas, ¿qué acontece en la periferia del Puerto Principal? Sencillo: los carros no abundan y, por eso, surge el ingenio ‘guayaco’ que se vale de las tricimotos como una salvación para viajar a cualquier lado.
¿Cómo? Por ejemplo, en las aceras de la avenida Casuarina, al noroeste de la ciudad, estaban ayer más llenas que de costumbre. En cada cuadra, decenas de personas esperaban por un micro con desesperación para, al menos, salir a la vía Perimetral. Una tarea titánica porque la mayoría de buses pasaban copados.
Por simple que parezca, estar en la Casuarina ya era un logro. Los habitantes del sector tuvieron que ‘vérselas’ para salir desde esas zonas populosas en las que residen.
“¡Está bueno el negocio!”, gritó contento el chofer de tricimoto Franklin Espinoza, mientras a su vehículo se subía una pareja, en las afueras de la cooperativa María Paidal, en el sector de Monte Sinaí. Al preguntarles a dónde iban, la pareja solo señaló una lejana colina de la que apenas se veían casitas diminutas.
El ciudadano Luis Vergara se bajó de otra tricimoto en el mismo punto. Venía de casa de su tía e iba al sur para ejercer el sufragio. “Caminar del fondo a la principal me hubiera tomado 10 minutos”, dijo.
Prefirió pagar los $0,25 que le cobraban por llevarlo allí para no ensuciar sus zapatos blancos en las calles internas de tierra y lodo.
Eran las 10:00 y Espinoza se frotaba las manos. Ya había ganado 15 dólares y todavía le faltaban cuatro horas más de trabajo. Un domingo cualquiera finaliza el día con $ 8 en el bolsillo.
En la Casuarina el olfato se aturdía. Olía a fritura de improvisados puestos de comida, a humo de carros, a polvo y a humedad... así huelen las elecciones en la Guayaquil del pueblo. En la ‘otra’ ciudad.