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Quito: Joven de Carapungo asegura que las almas de tres familiares muertos lo atormentan

Enigmas: Un residente de Carapungo nos cuenta las experiencias fuera de este mundo que ha tenido con tres parientes fallecidos

Ilustración Enigmas
El joven cree que sus parientes que perdieron la vida hace años lo llegaron a visitar.Ilustración EXTRA

A Daniel Coello, de 37 años, se le viene a la memoria tres situaciones paranormales que hicieron que su alma ‘se le cayera al piso’. Aquellos momentos extrasensoriales pudieron estar ligados a la muerte de tres parientes, asegura.

El primero en fallecer fue un tío suyo, en un accidente. La familia quedó devastada, pero fue Daniel que sintió su presencia cuando tenía 12 años. “Pasaron entre dos o tres días y en mi casa empezaron a moverse las sillas. Pero no había nadie”.

Lo más probable era que su familiar fue para ‘recoger los pasos’, como se conoce comúnmente a este fenómeno, deduce este carapungueño que se puso a indagar.

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La otra ‘visita’

Transcurrieron 12 años y el mismo fenómeno ocurrió en la casa de Daniel, pero esta vez en la cocina. “Era como si los cajones se movieran solos y sonaban las cucharas”.

Al siguiente día de esa experiencia, él y su madre prácticamente ‘desbarataron’ la cocina porque pensaron que se trataba de un ratón, pero nada apareció. Pasaron dos días y unos parientes los llamaron para contarles que la abuelita de Daniel había fallecido durante la madrugada.

Fue en ese momento que asociaron –de nuevo– que se trató de una presencia espiritual y que probablemente llegó para despedirse.

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Un sueño

La tercera experiencia fuera de lo normal la tuvo con su padre, que falleció cuando Daniel tenía aproximadamente 4 años. “Desde este tiempo hasta acá solo he soñado con él en dos ocasiones. Y me ha dicho que él está tranquilo”.

Cree que esos encuentros oníricos también fueron una señal de su papá para ‘confirmarle’ que él lo está cuidando.

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Lo comprobó cuando fue a una entrevista de trabajo y mientras iba por la calle sintió que alguien lo seguía, pero no había nadie. “Era como si alguien con tacones me perseguía. Le pedí a Dios que me protegiera, pero cuando se lo conté a mi mamá, ella me dijo que pudo ser mi papá cuidándome”, finaliza.