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El gusto de lo casero en un abre fácil
María Esther Cevallos, ingeniera de interiores de profesión pero empresaria, creativa y chef de vocación, trae este concepto casero y rápido a la mesa.

Anteriormente la empresa familiar estaba enfocada en el atún y la sardina.
Hablar de menestras enlatadas es algo aburrido y desactualizado. La comida casera, entre esas una que otra típica ecuatoriana, ya se envasa en latas y se compra en supermecados. Es decir, la lasaña, la hayaca, el hornado de pescado y un dulce de coco con yuca ya están a la distancia de un abre fácil.
María Esther Cevallos, ingeniera de interiores de profesión pero empresaria, creativa y chef de vocación, trae este concepto casero y rápido a la mesa. Con esto no solo alivia paladares de migrantes ecuatorianos en el exterior, sino soluciona el menú de quienes odian la cocina.
Esta nueva línea de productos fueron lanzados bajo la marca Universo Gourmet. Estos platos enlatados ya se distribuyen localmente y no tardarán en exportarse.
Un banquete con sazón criolla
La hayaca, por ejemplo, lleva su toque (un poco de maní, entre otros ingredientes), aprobado por todos los compañeros de las maestrías que hacían sus hijos en Estados Unidos. Mientras que el hornado de pescado es una receta exclusiva de su abuela e involucra toda una fusión de sabores que logran la albacora, la mantequilla de maní, el maduro, la yuca y el camote.
La lasaña también llega en lata, además de la delicia de coco. Estos platos, explica Cevallos, pese a ser de origen italiano y filipino, respectivamente, también llevan el toque familiar.
Estos cuatro enlatados no contienen saborizantes ni preservantes, tienen aproximadamente dos años de conservación (algo que se logra con la esterilización), traen 220 gramos (suficientes para una comida completa) y sus precios, dependiendo del distribuidor, parten desde 1,80 dólares.
¿Pero qué la llevó a apostar por este tipo de alimentos? Desde 1989, con la compañía familiar Promarsan, María Esther se dedica a la exportación de atún y sardina, la cual se vio últimamente afectada por “los precios que ofrecen los asiáticos”. Es así que decidió sorprender al mercado, primero local, con unas recetas que tenía probadas desde hace más de veinte años. Como estas, asegura, tiene decenas ya listas para comercializarlas en el momento oportuno.
La empresaria, de origen manabita, cuenta con una planta automatizada, certificada por la FDA en Jaramijó, en donde trabajan cuarenta personas, entre estas su esposo César Molina (gerente) y sus hijos César Andrés (producción) y María Belén (administración).